viernes, 28 de diciembre de 2007

Enero


De la palabra que da nombre al mes inicial del año, nos dice el diccionario de la Real Academia:
enero. (Del latín vulgar ienarius, latín ianuarius) 1.m. Primer mes del año. Tiene 31 días.

Pero bien es posible hacer un pequeño esfuerzo por decir un poco más.

Los romanos veneraban en una pequeña capilla dentro del hogar a dioses familiares, generalmente de dos tipos: los Lares, protectores de la casa y el ajuar; y los Penates, protectores de las provisiones. De los primeros se solía rendir culto a dos y de los segundos, sólo a uno.

Bien, dentro de los Penates, se contaba a Ianus o, como hoy le conocemos, a Jano, quien era hijo de Saturno y Entornia.

En latín, se llamaba ianua a la puerta, de ahí que Jano sea, precisamente, quien simbolizara el paso de una cosa hacia otra, el principio y el fin de algo. Consecuentemente, era representado con dos caras: una viendo hacia el pasado y la otra al futuro.

Tal fue su importancia, que pasó a la categoría de dios público y se dice que Rómulo le erigió un templo frente a una de las puertas de la muralla que rodeaba a la ciudad.

Como se recordará, los romanos en determinado momento tuvieron la idea de ir a tomar una cuantas mujeres, para lo cual les parecieron muy a propósito las sabinas, así que fueron y raptaron algunas.
Evidentemente, luego de esta acción, no faltó algún sabino quisquilloso que se diera por ofendido y que quisiera ir a recuperar a sus féminas y tomar venganza del hecho. De modo que marcharon hacia la ciudad y la atacaron, pero (misterios del destino) lo hicieron justamente frente al templo de Jano, del cual brotaron chorros de agua caliente que fulminaron a los agresores. Triste final de los sabinos: ofendidos y ardidos.

Tras el episodio, se ordenó que las puertas del templo no fueran cerradas en tiempos de guerra, sino únicamente en los días de paz (y conociendo a los romanos, pocos días de asueto habrá tenido Jano).

El caso es que el prestigio de esta deidad continuó subiendo y se le consideró el dios de todos los principios, como el primer día del año: ianuarius.

Dice Pérez-Rioja: “Supone Jano un símbolo de totalización, de anhelo de dominación general. Ovidio dice que Jano tiene doble cara porque ejerce su poder en el cielo, mar y tierra. Para Macrobio simboliza el movimiento universal; para algunos, es el caos; para otros el Sol.
La frase ‘tiene dos caras, como Jano’, se aplica proverbialmente al hombre falso y embustero.”

Jano es una deidad de creación absolutamente latina, sin equivalente dentro del panteón griego.
En fin, sirva esto para decirte: espero que el paso entre la salida del 2007 y la entrada al 2008 sea en completa dicha.

Gracias por compartir este espacio, recibe un fuerte abrazo.

lunes, 17 de diciembre de 2007

De acetato

El primer disco que adquirí fue el sencillo de “Get back” de los Beatles. Era uno de aquellos pequeños círculos de vinil que giraban a la enloquecida velocidad de 45 revoluciones por minuto. Tenía entonces unos siete años y vivía en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Era 1970, el año del primer Mundial de fútbol que se disputó en el país, de las épicas de Pelé (el mejor jugador de todos los tiempos) y de la rechifla a Díaz Ordaz.

Cuando veíamos los partidos por la televisión, Alejandra, la más pequeña de mis hermanas, cada vez que se anotaba un gol, fuera de quien fuera, salía gritando muy contenta: ¡Gol de Pelé!, ¡Gol de Pelé!. Creo que hoy todavía sigue creyendo que fue el campeón goleador del torneo.

Me recuerdo tirado sobre una barda, tomando el sol y oyendo un radio de baterías, que sólo captaba las emisiones en A.M. Un pequeño prodigio tecnológico entonces, regalo de unos tíos que habían viajado a los Estados Unidos. Era rojo, con una banda azul a lo largo del costado y en ella, estrellas blancas. Gringo hasta la madre. Como en ese entonces estaba yo a kilómetros de tener cualquier objeción política, me pareció muy bonito y lo escuchaba a todas horas. Sobre aquella barda, oí la canción y me encantó. Decidí que quería tenerla. Luego de juntar el dinero necesario, producto de los domingos que nos obsequiaba mi padre, por fin me llevaron a comprar el disco, en los almacenes “Carvajal” ubicados en el centro de la ciudad. La sección de los discos tenía carteles psicodélicos. Al salir, vi por primera vez, en directo, unos jóvenes melenudos y barbones, vestidos con trajes estrafalarios y que paseaban tranquilamente por el centro, ante la mirada desconfiada de casi todos los transeúntes. Volteé a ver a mis padres, quienes con toda naturalidad dijeron: “Son hippies”. Me extrañó que no hicieran destrozos, ni espantaran a nadie –intencionalmente–, luego de haber oído toda clase de historias de aquellos personajes, tanto en televisión como en pláticas de la “momiza”.

No tengo clara la primera vez que puse el disco en el aparato, seguramente lo hizo mi padre por mí, pues en ese entonces se requería de tiempo para dominar el arte de colocar la aguja en los surcos iniciales del acetato, sin estropearlo y enervar a los oyentes con un espantoso ruido. Sin embargo, si está presente en mi memoria la constante repetición de la melodía y la enorme sorpresa de escuchar después lo que contenía el otro lado: el sencillo de "You know my name (Look up the number)" mismo que escuché cientos de veces. Por supuesto, no tenía ni idea de lo que se decía en ninguna de dichas rolas. Pero eso no importaba en lo absoluto, las disfrutaba enormemente. No sé porqué pero al terminar, casi siempre se me antojaba oír “El negrito bailarín” de Cri-Crí.

Por ese entonces, también compraba yo unas historietas españolas que contenían versiones condensadas de libros de aventuras como “Robinson Crusoe”. Me encantaban, las adquiría en la “Librería de Cristal”. Ahí mismo compré mi primer libro digamos “en serio” para leer, fue “Los tres mosqueteros”. Creo que tardé un año en leerlo completo. Al terminarlo, no recordaba ya cómo había comenzado...

jueves, 13 de diciembre de 2007

Antitabaco

La historia del tabaco es añeja en estas tierras.
Los antiguos mexicanos consumían sus aromáticos humos. Ahora se le ha declarado una guerra sin cuartel.

Se exige que se creen espacios reservados para circunscribir sus perniciosos efectos a quienes voluntariamente quieran exponerse a ellos. Estoy de acuerdo.

Si bien creo que cada uno puede tener la libertad de fumar, siendo dañinos para quienes aspiran involuntariamente el humo (los llamados “fumadores pasivos”) me parece que quienes no fuman deben estar protegidos de quienes sí lo hacen.
Encuentro ridículos los argumentos de aquellos fumadores que se rasgan las vestiduras y gritan voz en cuello que se les discrimina. Es odiosa la cultura de querer convertirse en víctima, cuando se es agresor.
No es un asunto menor el daño a la salud y el costo de atención a quienes sufren sus efectos.

Por mi parte, estoy en la lucha por dejar el vicio, el cual siempre he opinado que es para tarugos: caro, maloliente, mancha los dientes, afecta los pulmones, es adictivo (más que la cocaína), apesta la ropa, no más por decir unas cuantas nimiedades.

Mientras tanto, voy a echarme un cigarrito.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Rivera en el Munal

Asistí a la inauguración de la exposición “Diego Rivera Gráfico / Hipergráfico” en el Museo Nacional de Arte, el Munal.

Disfruté mucho el recorrido, que cuenta con una espléndida museografía.

Transcribo los encabezados que de las partes integrantes de la exposición se da en el portal del Munal en la Internet:

Diego Rivera, gran ilustrador
Muestra una panorámica gráfica del artista guanajuatense con más de 130 ediciones originales de corte bibliográfico, hemerográfico y otros medios impresos.
Diego Rivera, coleccionista
Revela la fascinación de Diego Rivera por el arte precolombino y su pasión por coleccionar piezas de diversas culturas prehispánicas.
Diego Rivera, un retrato
Material fílmico con imágenes inéditas del artista, tomadas por el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo y producidas por el cineasta Gabriel Figueroa.
Diego Rivera, en el cruce de caminos
Reflexión e interacción respecto al mural destruido en el Rockefeller Center de Nueva York

Aunque creo que el arte mexicano llegó a saturarse del modo nacionalista, llevado hasta el discurso político de la Revolución Mexicana como la única óptica para interpretar lo mexicano, reconozco la sencilla maestría representativa del auténtico arte popular ligado a buena parte de la obra realizada.

En la muestra es posible admirar la sapiencia artística de un maestro en pleno dominio de su oficio, amén de en alguna de sus obras monumentales, en los pequeños detalles de la gráfica asociada al diseño.

No hay que perderse la simpatiquísima fotografía de Diego con gorro y cargando un perro. De campeonato.

Vale la pena asistir a esta exposición. Es una magnífica oportunidad para acercarse a la obra y personalidad del artista dentro de otros ámbitos, presentadas impecablemente en uno de los edificios más hermosos de la ciudad, a cincuenta años de su muerte.

martes, 27 de noviembre de 2007

Una limosnita...

Pequeña y perennemente sucia.
Rostro redondo, cejas pobladas, bozo marcado, arrugas definidas. Usa un gorro tejido a sol y sombra. Se cubre el cuerpo por completo con ropas variopintas que forman capas y capas como si fuera una cebolla trashumante.
Pide limosna y observa cuanto pasa alrededor con dos ojillos negros saltones y brillantes.
De edad indefinible, lo mismo podría tener 40 que 60 años.
No le conocía la voz, la veía con frecuencia en las calles cercanas a mi oficina.

Hará cosa de unos cinco años, dejé de verla. Quedé sin empleo y dejé de frecuentar el centro histórico durante una buena temporada. No la extrañé, vaya, ni siquiera pensé en ella. Es uno de esos personajes de la calle que pueden desaparecer y tardamos tiempo en notar su ausencia.

Meses más tarde, asistía yo a una entrevista de trabajo en el rumbo, cuando la vi. Soy completamente honesto: no me llamó la atención particularmente, pero al pasar frente a ella, se dirigió a mí, en tono más bien seco:

- Tú trabajabas por aquí... ¿verdad?
- Sí. –contesté francamente sorprendido–
- ¿Y ya no?
- No, bueno estoy viendo algo..., pero a ver qué pasa –todavía extrañado–.
- Mmm, ¿sabes por qué me acuerdo de ti?
- No.
- Nunca me diste nada.

Que alguien me explique cómo y qué se responde.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Campeoncitos

Existen diversos tipos de futbol en el mundo. Eso es sabido por todos, pero no deja de llamar mi atención.

El balompié que se juega en algunos lugares, especialmente en ciertas partes de Europa, como Inglaterra, Italia, Alemania y España, particularmente en las competiciones internacionales, es un bello deporte. Sobre el césped primorosamente cuidado se trazan líneas matemáticamente calculadas e impecablemente ejecutadas. Es un espectáculo más cercano a precisas demostraciones de geometría en acción que al ámbito de la exacerbada actividad de las glándulas sudoríparas.

Otra cosa es lo que se practica en algunos sitios (varios de ellos de cercana geografía a esta tierra mexicana), en donde se juega en potreros habilitados como estadios y el partido suele simular una práctica de capoeira sobre terreno empedrado mientras se corre tras una pelota ovoide.

El de México se haya a medio camino, aunque tiende a sumarse al grupo en donde se juega con calidad. Se disfrutan acciones de gran hechura, pero todavía hay que deglutir auténticos somníferos cortesía de 22 desganados en calzoncillos.

Comenzó la liguilla. Suele haber buenos partidos.

Habrá que ver si surge algún equipo que le birle el título a quien con justicia lo ganó a pulso a través de cada una de las jornadas del calendario de competencia, es decir al que hizo más puntos. Quien ahora se encuentra en riesgo de ser atracado es el Santos Laguna. Ojala supere el reto y corone el esfuerzo, aunque haya sido en uno de estos absurdos mini torneos que dejan algo así como semi campeones. Dos por año.

martes, 20 de noviembre de 2007

De provocaciones y respondones.

La catedral metropolitana está cerrada. La última vez que esto ocurrió fue en 1924, en vísperas del conflicto religioso. Y no fue como consecuencia de actos de violencia, sino por que el gobierno ordenó hacer un inventario.

El domingo pasado, durante un acto político, las campanas repicaron entre nueve y doce minutos –según los asistentes al mitin– impidiendo que la oradora pudiera realizar su discurso. Esto fue tomado como una provocación.
Un grupo decidió “empatar” las cosas y arremetió contra la recinto religioso, interrumpiendo la celebración litúrgica y causando daños al mobiliario del lugar.
La jerarquía católica decidió cerrar el templo.

Reprobable lo acontecido.

Si, como se afirma, las campanas repicaron un tiempo inusualmente largo, con el fin de molestar a los congregados en la explanada del zócalo, parecería un acto de provocación innecesario.
La respuesta de quienes interrumpieron la celebración, fue desmedida e irreflexiva.
La decisión de cerrar la catedral unilateralmente tampoco parece una medida conciliatoria, sino de presión.

Lo acontecido es una llamada de atención que es necesario tomar en cuenta.
De no encontrarse la forma de encausarla y desactivarla, esta situación tiene el potencial necesario para convertirse en un enfrentamiento violento, muy difícil de controlar. No se puede jugar ni con las carencias ni con la creencias de la gente.

En épocas de tensiones sociales, en alguien deben caber la prudencia, la mesura y el buen juicio, para dar espacio a la tolerancia, el entendimiento y el respeto. Es indispensable el irrestricto respeto entre los ámbitos políticos y religiosos, por todos. Mezclarlos es crear material explosivo, la historia está llena de ejemplos.

¿Cuál de ambas partes estará a la altura del reto?
¿La que representa a una buena parte del pueblo mexicano (y que tienen entre sus seguidores a una gran cantidad de católicos, seguramente) o la que lo guía espiritualmente en un gran porcentaje (y que tienen dentro de su feligresía diversidad de pensamientos políticos, seguramente)?

Por el bien de todos, espero que ambas.

jueves, 15 de noviembre de 2007

En el camión

Ella era morena, de rasgos armoniosos y agradables, él un tipo muy mexicano. Jóvenes los dos, sin rebasar los veinte años. Ambos representaban un acabado ejemplo de la belleza mestiza del altiplano, de este Valle del Anáhuac.
Vestían discretamente, con limpieza, sin pretensiones. En todo caso, se notaba su origen humilde.
Así los vi, cuando subieron al mismo camión urbano –de los entonces llamados “delfines” – en el que me dirigía a casa. En la ruta que iba con rumbo a Coyoacán. Era una tarde soleada y clara.

Llamaron mi atención los suaves modales y la atención que él le prodigaba, así como la serena actitud de ella. Se veía que eran felices, pero de una manera diríamos tersa, sin aspavientos. Con la especial tranquilidad que da estar en el lugar que a uno le corresponde.

Tomaron asiento apenas a dos sitios de donde me encontraba.

Pasados algunos momentos, él le preguntó si estaba cansada. Ella dijo que un poco, pero que no tanto.
Él le dijo si quería que continuaran con lo de ayer. Ella aceptó.
De su mochila, él sacó un cuaderno y lo abrió.
Tomaron la lección en donde la habían interrumpido; él comenzó: c-a, "ca"; s-a, "sa"; ca-sa, "casa".
Le estaba enseñando a leer.
Ella emprendió su propia tarea: c-a, "ca"; s-a, "sa"; ca-sa, "casa".

Mientras ella se empeñaba en descifrar el significado de las letras, él la miraba con orgullo. Mientras él explicaba lo que habría de aprender, ella, de reojo, le veía amorosa.
Así continuó la lección.

Llegado a mi destino, les dejé cobijados por su propio mundo. Bajé del camión y emprendí la caminata rumbo a casa. Llevaba una sensación de bienestar.
Las minúsculas maravillas siempre son gigantescas.

martes, 13 de noviembre de 2007

Eureka!

Busco afanosamente algo sobre lo cual escribir. Me devano los sesos buscando el pretexto para poner algo sobre el papel en blanco. No lo consigo.
Busco atender la amable sugerencia acerca de hacer algún comentario referente a una película. No funciona. Necesitaría ver nuevamente la cinta para poder hacerlo y no he tenido tiempo; por otro lado, la primera en que pensé resulta que no está disponible en DVD. De modo que sigo buscando. Otra nota de presión en este punto es que la sugerencia ha provenido de alguien que es una notable conocedora de cine, empedernida asistente a las salas cinematográficas e incansable asistente a videoclubes, así que todavía está más complicado el asunto.

Tengo alguna narración, pero todavía no está lo suficientemente pulida como para publicarla y otra candidata resulta ser un texto demasiado largo.

De manera tal que heme aquí escribiendo excusas acerca de porqué no escribo, lo cual me parece muy bien, ya que al hacerlo me viene a la mente una anécdota referente a los extraños contrasentidos y, curiosamente, vinculada al cine.

El actor y humorista Groucho Marx solicitó inscribirse a un muy exclusivo club –creo que en Nueva York–. Su solicitud fue estudiada y le fue enviada la respuesta: Había sido aceptado en ese refugio de la crema y nata de la sociedad.
Tras recibirla, el ocurrente Groucho envió inmediatamente su opinión al respecto:
Declinaba pertenecer al club, para ello esgrimía una poderosa razón: No concebía asistir a un sitio en el que aceptaban a personas como él.

¡Qué tipo!

PS: Prometo esmerarme.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Bolígrafo invitado

De la vecina Tlaxcala, tuve el gusto de saludar hoy al buen amigo Paco Varela.
Además del placer de su siempre amena y ocurrente plática, tuvo la gentileza de obsequiarme un ejemplar de la antología titulada Desde "La contraesquina", integrada por breves relatos, nacidos de las tertulias de un grupo de amigos en su ciudad.
No me sustraigo a la tentación de compartirles el siguiente, que tiene por gracia añadida ser anecdótico y no ficción.

Espero lo disfruten.

¡Trágame tierra!

Desayunaba en el Vips de Tlaxcala, Tlax., en compañía de cuatro maestros. Con el protocolo acostumbrado, me levanté de la mesa para ir al sanitario. Al lavarme las manos, empujé el seguro deslizable de la llave del agua, y de ésta salió –a presión inverosímil– un chorro al cual mis dedos le sirvieron de guía para salpicarme el lado derecho del cierre y una franja de mi impecable pantalón gris claro. También maldije. Y viceversa.

Me acerqué al secador automático. Intenté llevar la pierna hacia él, de manera que el aire llegara a la zona empapada, a la vez que miraba a la puerta para regresar discretamente a la vertical cuando entrara alguien. Nadie apareció; tampoco se secó la tela. Para salir del infortunio, me quité el suéter y desplacé la camisa fuera del pantalón. No me gustó como me veía. Desesperado, tomé el papel sanitario y lo deslicé sobre la mancha para que la absorbiera. ¡Nada! Entré, entonces, a uno de los retretes. Me quité el pantalón. Lo agité. Abrumado, casi vencido, me vestí y salí.

Caminé hacia la mesa, preocupado de que el suéter que sostenía la mano derecha cubriera, con el vaivén, la parte húmeda. De reojo, observé a mis compañeros: tres mujeres y un hombre; ni siquiera me miraron, por seguir en su plática. Suspiré aliviado. Ninguno lo había notado.

Días después, a hurtadillas, una de aquellas maestras me recomendó un té de... no sé de qué. Me dijo que a su marido le había servido muchísimo, pues durante un tiempo él sufrió de incontinencia urinaria.

Francisco Eugenio Varela

viernes, 2 de noviembre de 2007

Stupeo

Topo con el verbo latino “stupeo” que significaba ‘quedarse parado, atónito’.

Decían los antiguos:
stupeo animi: tener el alma en suspenso.
stupeo novitate: quedarse atónito ante la novedad.

Era un verbo de uso extenso, sin embargo sus derivados en español no aparecen en el primer diccionario de nuestra lengua y eran considerados cultismos. Una de las palabras provenientes de dicho verbo latino es “estupendo”, que toma el sentido actual (según el Diccionario de la Real Academia) de “admirable, asombroso, pasmoso” por asociación con esa parálisis que provoca el asombro.

Pero curiosamente, otra de las palabras que comparte el mismo origen es “estúpido” del que ahora se define como “necio, falto de entendimiento” supongo que en esta ocasión por la inmovilidad, pero ahora asociada con el entendimiento.

De modo que la palabra origen que define la parálisis momentánea ocasionada por la sorpresa o la sobrecarga emotiva de encontrarse ante algo digno de admiración, sirve para adjetivar tanto a lo que provoca el fenómeno, como a quien lo recibe.

Creo que lo dicho pudiera servir de pretexto para realizar una reflexión respecto de nuestro entorno: Puede ser que aquellos a quienes consideramos poco brillantes, en realidad están extasiados ante estupendas cosas que nuestra limitada percepción ignora, y que quienes creemos andar un poco más despiertos ante la vida no somos más que insensibles a multitud de estímulos.

Mientras tanto, creo que la próxima vez que escuche algo carente por completo de sentido o fundamento, podría limitarme a pensar: “¡Vaya! Eso fue estupendificante” en lo que discierno si es estupendo o estúpido; aunque siempre queda finiquitar la cuestión separando las sílabas: es-tu-pendo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Calaverita bloguera

...
Decía la muerte huesuda
sonriente y franca:
"A todos los internautas,
voy a jalarles las patas"

Salen unos miedosos,
salen otros confiados
unos con pinta de osos
y otros de amanerados.

Corren entre los blogs
unos muertos de miedo,
otros comen hot dogs
y hasta se chupan los dedos.

El desmadre es colosal
todo un jaleo en serio
no dejan ya descansar
a nadie en el cementerio.

Mas todo para al momento,
cuando gritan a la catrina:
¡Esa trinche flaca se va a ir arrepentida
aquí primero muertos, antes que perder la vida!

martes, 30 de octubre de 2007

Doce años

Desde hace doce años esta fecha me recuerda lo mucho que tengo que agradecer.
Es el aniversario de la llegada al mundo de mi hijo.
Haberlo visto nacer sigue siendo el mejor y más intenso momento de mi vida.

Hoy es un estupendo ¿niño? ¿preadolescente? ¿mozalbete? qué sé yo...
Lo que tengo cierto es que cada vez le aprecio y quiero más y mejor.

Un abrazo grande y fuerte, hoy y siempre.

jueves, 25 de octubre de 2007

Luna de octubre

Dejo esta fotografía de la luna del día de hoy. Como dato curioso: ha sido la más grande y luminosa de todo el año, pues en esta fecha la cercanía de nuestro satélite con respecto a la Tierra es la mínima posible.

Se apreció un 14% más grande y un 30% más brillante que el resto de las lunas llenas de este 2007.
Seguramente el gran Chava Flores hubiera estado encantado de verla, en compañía de su gato viudo.

Postal


Estas mañanas de frío intenso, tienen algún encanto. Con algo de suerte se pueden ver espectaculares cielos.

Como este que les comparto. Sí, es en la Ciudad de México, en la Delegación Benito Juárez.

Ayer por la mañana.

miércoles, 24 de octubre de 2007

De muelas

¡Joder!
Domingo: comienza una molestia en la muela, algo parecido a cuando se mete un inoportuno pedazo de alimento entre los dientes. Limpieza a fondo, hilo dental, water pick y enjuague.
Lunes: mejora el asunto, pero por la noche nuevas molestias, nueva limpieza, buches de agua caliente con sal y la inflamación cedió un poco "habrá que ir al dentista" pensé.
Martes: encía inflamada y punzadas tolerables, día ajetreado, noche otra vez con inflamación, más agüita caliente y mejoría.
Miércoles: corro al dentista. Me planto en su consultorio a esperar turno.

Diagnóstico: una muela que desde hace una veintena de años había sufrido una endodoncia terminó por ceder internamente. Está fracturada y hay que sacarla. La buena nueva es que no hay infección y se puede hacer de inmediato.
Tratamiento: Doble anestesia (un cartucho), a pesar de que soy muy sensible a ella, con medio cartucho basta para para hacerme casi cualquier tratamiento. Tengo la cara dormida, intento enjuagarme la boca a petición del dentista (Boris), pero el agua se me escapa y escurre por cara y cuello cuando intento hacer un buche. Parezco recién salido de terapia de electrochoques. Mientras Boris procede a la extracción, platica. Intento contestar, mis respuesta imita una grabación reproducida a la velocidad incorrecta.
Termina el asunto. Dosis de analgésico y antiinflamatorio a mañana y noche.

De regreso a casa pienso que cómo es posible que le pague a alguien por tenermeme con la boca abierta y sin poder hablar. Intento sonreir, pero mi mueca parece un gesto de "Largo", el mayordomo de la familia Adams. Procuro pensar en cosas serias y profundas, para aprovechar mi inexpresiva cara. ¿Serio y profundo? Ya sé: un libro de Nietzche en el fondo del mar. Otra cara de idiota.

Llego a casa y me como un caldito de pollo, remedio universal para cualquier mal. Me duermo un rato.

Me levanto a escribir; mientras lo hago, noto que se me acaba de escurrir la baba. La próxima vez, aprovecho la dosis anestésica para que me hagan un estiramiento facial, un peeling y una rinoplastia. Voy a acostarme nuevamente, por lo visto se me están durmiendo hasta las neuronas.

martes, 23 de octubre de 2007

Una de Batman

Entré a la pequeña papelería a sacar unas fotocopias. Nada inusual. Sólo tener material suficiente para dar cuenta a potenciales clientes de los servicios que se ofrecen.
Terminado el trabajo, pagué.
Ya para salir del local, ví una pequeña figura en el anaquel: un torso de Batman.
Dudé un momento, pero me decidí rápidamente. La iba a comprar.
Pregunté el precio y no me pareció caro (tampoco barato, he de decirlo), pero era lo de menos. La pagué, la colocaron en una bolsa. Me dirigí a mi bicicleta, até el paquete al manubrio y me fui pedaleando animosamente.

Le tengo simpatía al hombre murciélago. De entre la legión de súper héroes, es mi favorito.
Me gusta que, de entre todos los personajes, es el único que no adquirió sus poderes por accidente. No lo mordió un bicho radiactivo, ni se estrelló en nuestro planeta, ni sufrió las consecuencias de una mega explosión de rayos gamma, ni le inyectaron una sustancia rara, ni fue sumergido por accidente en un caldo de pollo intergaláctico, ni come espinacas.
El pequeño Bruno Díaz venció su miedo, el espanto de sus recuerdos y sus fobias. Para mí eso sería bastante, pero además la estupenda serie de televisión mostró un héroe capaz de hacer una sátira de sí mismo (a poco no era genial ver un Batman panzoncito), de mofarse de sus propias hazañas con los puños (¡pow!, ¡zaz!) y de utilizar un ayudante decididamente desfasado del mundo (¡santos problemas!), amén de tener un mayordomo que, de tan estereotipado, no pudo ser ridículo.

Lo curioso es que es el mismo personaje más bien oscuro, de entornos abigarrados y estética cuidada de la película (la primera, con el genial Jack Nicholson como “El guasón”) .

Me gusta su baticinturón, con todo género de sorpresas (¿de dónde saca esos maravillosos juguetes?, se pregunta envidioso El guasón), frutos del ingenio, así como su batimóvil, ese bólido en cuatro ruedas que es el sueño de cualquier aficionado a “enchular” su máquina. Me agrada que se valga de la inteligencia aplicada en técnica para defenderse.

Pensaba yo estas cosas mientras rodaba por las calles.

Llegado a mi destino, saqué la figura de la bolsa y la coloqué en una pequeña repisa. La observé un rato y sonreí. Con Batman nos damos cuenta que el miedo no anda en burro, sino que vuela en forma de murciélago, acechando el asomo de nuestras debilidades.

viernes, 12 de octubre de 2007

El día que vi a Pavarotti


Me gusta la ópera. Tengo una especial admiración por los cantantes, a quienes considero uno de los grandes prodigios de la naturaleza y de la sensibilidad y disciplina humanas.
Comparto la opinión de quienes afirman que Luciano Pavarotti, ha sido uno de los más grandes tenores y, para mí, el poseedor del más hermoso timbre de voz. Lamenté su reciente fallecimiento.
Tengo la fortuna de haberlo visto y oído cantar en vivo. Lo curioso del caso es que, además, no pagué por ello. No, no soy crítico de música, ni periodista, ni influyente. En ese entonces ejercía como Diseñador Gráfico.

Las cosas fueron así:
Corría el mes de noviembre de 1990.
Tenía unos clientes quienes trabajaban en el backstage para algunos espectáculos. Se comunicaron conmigo para ver si podía ayudarles con la señalización de los camerinos para el concierto de Luciano Pavarotti en el Palacio de los Deportes, esa curiosa concha metálica que hace de receptáculo de los mas variopintos eventos en esta sorprendente Ciudad de México- Tenochtitlan . Acepté de inmediato.

Llegado el día de la entrega del trabajo, acudí a colocar los letreros. Conforme me introducía a la zona de camerinos, se escuchaba cada vez con mayor intensidad la orquesta y la inconfundible voz del tenor. Estaban realizando el último ensayo para la función de esa noche. De modo que dispuse los señalamientos teniendo como música de fondo los acordes orquestales y las vocalizaciones del cantante. Un lujo.

Terminado el trabajo, busqué a mis contratantes para que vieran cómo había quedado. Revisaron lo hecho y se dijeron conformes. Uno de ellos me dijo:
- ¿Quieres ver cómo quedó el escenario?
- Si, seguro.
- Pues vamos, Pavarotti ya terminó el ensayo.

Nos dirigimos hacia el lugar.
Al ir caminando por el pasillo, vimos un carrito eléctrico (de los que se usan en los campos de golf), tripulado por el mismísimo Luciano.
El tenor traía la boca tapada con uno de sus infaltables pañuelos blancos ya a unos cuantos metros de donde nos hallábamos, un grupo de trabajadores salió al pasillo distraídamente frente a él, sin advertir la proximidad del vehículo. Pavarotti oprimió el claxon, pero éste no funcionaba, de modo que, muy sonriente, comenzó a imitar en sonido de la bocina: ¡bip, bip!, ¡bip, bip! Los trabajadores se apartaron y todos reímos.

Pude verlo a escaso metro y medio de distancia.

El carrito le servía para transportarse del escenario al camerino y viceversa, con la finalidad de evitarle fatigas. Era un hombre alto y de una corpulencia monumental. Su caja torácica era de las dimensiones de un ropero. En serio.

- Es muy buena onda, -me dijo uno de mis clientes-. Había pedido agua mineral francesa en el camerino, pero ante las dificultades para encontrarla y garantizar que hubiera suficiente, le ofrecimos Tehuacan. La probó, dijo ¡buena! Y tan contento. Nada de poses. Eso sí, anoche cenó una montaña de comida. ¡Qué manera de comer!.

Vimos el escenario, que como curiosidad disponía de un pequeño baño, para evitarle al maestro el largo viaje hasta el camerino en caso de una urgencia.

Ya de regreso, me preguntaron:
- Oye, a ti te gusta mucho la onda esta de la ópera, ¿verdad?
- Sí.
- ¿Te quieres quedar al concierto?
- ¡Hombre, si se puede, yo encantado!
- Bueno, déjame ver. Te veo ahorita junto a los camerinos.

Les esperé unos minutos y al volver me dijeron:
- Pues si se puede, pero va a ser un poco incómodo.
- Me aguanto.
- Podemos conseguirte un pase “All access”, pero hay que esperar unas horas y ya no puedes salir de aquí, desde ahora.
- No importa.
- Bueno, pues tampoco te pueden ver rondando por los pasillo, porque los de seguridad te pueden ver y te sacan.
- ¿Y entonces?
- Pues tendrías que quedarte en el baño y te buscamos cuando tengamos el pase.
- Ok.

Las siguientes tres horas me las pasé metido en un baño.

Al final, como lo habían dicho, fueron en mi rescate con el anhelado pase, de modo que optimista y emocionado me dirigí a ver y escuchar el concierto, lo que pude hacer prácticamente al lado del escenario. Fue maravilloso para mí y estoy cierto de que para las más de 10,000 personas que esa noche colmaron el recinto.

Terminado el recital, agradecí efusivamente a mis benefactores el invaluable obsequio.
Salí del local y me dirigí a mi automóvil.

En el camino a casa, recordé las veces en que mi abuelo materno nos había contado cómo, allá por 1919, escuchó al gran Enrico Caruso, en el Toreo de La Condesa, cuando vino a México. Me sentí conectado con mi ancestro. Y mientras aún resonaban en mi mente las arias de esa noche, comencé a albergar la esperanza de tener la fortuna de poder contar algún día a mis nietos del día en que su abuelo pudo escuchar al gran Luciano Pavarotti, en el Palacio de los Deportes, cuando vino a México.

miércoles, 10 de octubre de 2007

La lentitud

Milan Kundera es un escritor excepcional.
Releo La lentitud con renovado deleite. Y muy pronto vuelve a atraparme su hábil pluma, su extraordinaria facilidad para incorporar profundos pensamientos dentro un texto de forma fácil, sutil, magistral.
No creo que exista en Kundera la intención de maravillar –su espíritu parece demasiado fino para ello-, sino que casi como de forma casual deja aquí y allá profundas frases.
En tiempos donde la conversación sufre ante el embate del pertinaz ruido, nos recuerda, nos enseña, en dónde reside su arte.
Tomando como pretexto la novela Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos, Kundera rememora el pasaje en que Madame T. pasea por los jardines del castillo en compañía de un caballero al que habrá de seducir. Llegado el momento, el caballero pide a Madame un beso, a lo que ella accede, pero de este peculiar modo: “Si, me gustaría: usted se sentiría demasiado halagado si se lo negara. Su amor propio le haría creer que le temo.”
Esto sirve de ocasión para dejar caer algunas reflexiones que vienen a cuento respecto al arte de la conversación. Dice Kundera:
“Cuando, mediante un juego del intelecto, ella convierte un beso en un acto de resistencia, nadie se lleva a engaño, ni siquiera el caballero, quien, no obstante, debe tomar sus comentarios con total seriedad, ya que forman parte de una iniciativa del espíritu ante la que debe reaccionarse con otra iniciativa del espíritu.”

Así, los personajes versan juntos sobre el tema, llevan sus mentes y espíritus en la dirección que el tema dicta, van buscando ángulos y ocasiones para arrojar luces de mayor o menor intensidad. Crean matices, conversan. Continúa Kundera:

“La conversación no está para llenar el tiempo, sino que, al contrario, es ella la que organiza el tiempo, la que lo gobierna e impone las leyes que hay que respetar.”

Qué espléndida idea. Conversar es regir el tiempo mediante un juego compartido del intelecto y el espíritu. No un entretenimiento, sino una forma de ordenar, dar contenido y sentido al transcurrir de la propia vida, en compañía de otro. Así sea por un momento.

Lo demás son pláticas de pasillo y chácharas.

martes, 9 de octubre de 2007

Presentación libro de Juan de Lobos.

El buen amigo Juan de Lobos nos avisa que el próximo martes 16 de octubre de este 2007, de las 15 a las 16 horas se hará una presentación de la Antología erótica "Toco tu boca" de Amarillo Editores, en la cual participó con unos textos.
La cita es en el Café Literario Nellie Campobello de la Feria del Libro del Zócalo. Dicho Café será instalado en uno de los extremos de la plancha de la Plaza de la Constitución.

Vale la pena conocer esta obra.

domingo, 7 de octubre de 2007

Escribir

Topo con la palabra que da pie a esta página: “escribir”.
Me remito a la definición de la misma que da Sebastián de Covarrubias Orozco en su célebre “Tesoro de la Lengua Castellana o Española” (Madrid, 1611). Dice Don Sebastián:

ESCRIBIR. Escriuir. Antiquísima invención debió ser al de las letras, y no hay duda sino que nuestro primer padre las enseñara a sus hijos, sin embargo de que se atribuyan a los de Fenicia, y a otros. Escribir es formar letras en alguna materia, y con diferentes instrumentos. Escríbese en las piedras con el cincel o otro estilo, y en los metales. Job, c.19 [omito la trascripción en latín de la cita bíblica]. Escribíase en los ladrillos o tierra cocida, como se cuenta de las dos columnas que dejaron los hijos de Noé escritas, una de metal y otra de tierra cocida. Escribíase en las cortezas de los árboles, en las hojas de las palmas, en la tela del árbol dicho papiro de donde se conmutó al que agora usamos. Escribíase en lienzo bruñido, en pieles de animales, que llamamos pergaminos, y en otras materias diferentes que sería impertinencia el detenernos a referirlas.

¡No me digan que no es genial! Tan lejos de las estandarizadas ‘dícese de’, ‘aplícase a’ y demás académicas fórmulas. Y no se crea que aquí para el autor de dar explicaciones acerca de la palabra. Nada de eso. Aún se explaya en varios otros tópicos, pero interrumpo la copia, por hora. No quisiera abusar de su pluma ni hastiar con su lenguaje, habrá oportunidad de regresar al punto donde se deja hoy.
Baste para señalar que creí oportuno abrir este espacio, tras los saludos, refiriéndome a la acción que le nutre, desde la primera definición que se hizo de ella en un dicionario de nuestro idioma.

martes, 2 de octubre de 2007

Saludos

A todo aquel que ose leer este espacio: gracias.

No tengo especiales aspiraciones o expectativas al respecto. Llámese terapia, curiosidad, ganas de escribir o como se quiera.

Al modo de los diarios que antaño referían aconteceres, creo que este espacio virtual y en nuestra vida ahora real, tiene el fascinante poder de revelar facetas insospechadas.

Salud a tod@s.

PS: Por supuesto, dos de octubre, no se olvida.