viernes, 28 de diciembre de 2007

Enero


De la palabra que da nombre al mes inicial del año, nos dice el diccionario de la Real Academia:
enero. (Del latín vulgar ienarius, latín ianuarius) 1.m. Primer mes del año. Tiene 31 días.

Pero bien es posible hacer un pequeño esfuerzo por decir un poco más.

Los romanos veneraban en una pequeña capilla dentro del hogar a dioses familiares, generalmente de dos tipos: los Lares, protectores de la casa y el ajuar; y los Penates, protectores de las provisiones. De los primeros se solía rendir culto a dos y de los segundos, sólo a uno.

Bien, dentro de los Penates, se contaba a Ianus o, como hoy le conocemos, a Jano, quien era hijo de Saturno y Entornia.

En latín, se llamaba ianua a la puerta, de ahí que Jano sea, precisamente, quien simbolizara el paso de una cosa hacia otra, el principio y el fin de algo. Consecuentemente, era representado con dos caras: una viendo hacia el pasado y la otra al futuro.

Tal fue su importancia, que pasó a la categoría de dios público y se dice que Rómulo le erigió un templo frente a una de las puertas de la muralla que rodeaba a la ciudad.

Como se recordará, los romanos en determinado momento tuvieron la idea de ir a tomar una cuantas mujeres, para lo cual les parecieron muy a propósito las sabinas, así que fueron y raptaron algunas.
Evidentemente, luego de esta acción, no faltó algún sabino quisquilloso que se diera por ofendido y que quisiera ir a recuperar a sus féminas y tomar venganza del hecho. De modo que marcharon hacia la ciudad y la atacaron, pero (misterios del destino) lo hicieron justamente frente al templo de Jano, del cual brotaron chorros de agua caliente que fulminaron a los agresores. Triste final de los sabinos: ofendidos y ardidos.

Tras el episodio, se ordenó que las puertas del templo no fueran cerradas en tiempos de guerra, sino únicamente en los días de paz (y conociendo a los romanos, pocos días de asueto habrá tenido Jano).

El caso es que el prestigio de esta deidad continuó subiendo y se le consideró el dios de todos los principios, como el primer día del año: ianuarius.

Dice Pérez-Rioja: “Supone Jano un símbolo de totalización, de anhelo de dominación general. Ovidio dice que Jano tiene doble cara porque ejerce su poder en el cielo, mar y tierra. Para Macrobio simboliza el movimiento universal; para algunos, es el caos; para otros el Sol.
La frase ‘tiene dos caras, como Jano’, se aplica proverbialmente al hombre falso y embustero.”

Jano es una deidad de creación absolutamente latina, sin equivalente dentro del panteón griego.
En fin, sirva esto para decirte: espero que el paso entre la salida del 2007 y la entrada al 2008 sea en completa dicha.

Gracias por compartir este espacio, recibe un fuerte abrazo.

lunes, 17 de diciembre de 2007

De acetato

El primer disco que adquirí fue el sencillo de “Get back” de los Beatles. Era uno de aquellos pequeños círculos de vinil que giraban a la enloquecida velocidad de 45 revoluciones por minuto. Tenía entonces unos siete años y vivía en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Era 1970, el año del primer Mundial de fútbol que se disputó en el país, de las épicas de Pelé (el mejor jugador de todos los tiempos) y de la rechifla a Díaz Ordaz.

Cuando veíamos los partidos por la televisión, Alejandra, la más pequeña de mis hermanas, cada vez que se anotaba un gol, fuera de quien fuera, salía gritando muy contenta: ¡Gol de Pelé!, ¡Gol de Pelé!. Creo que hoy todavía sigue creyendo que fue el campeón goleador del torneo.

Me recuerdo tirado sobre una barda, tomando el sol y oyendo un radio de baterías, que sólo captaba las emisiones en A.M. Un pequeño prodigio tecnológico entonces, regalo de unos tíos que habían viajado a los Estados Unidos. Era rojo, con una banda azul a lo largo del costado y en ella, estrellas blancas. Gringo hasta la madre. Como en ese entonces estaba yo a kilómetros de tener cualquier objeción política, me pareció muy bonito y lo escuchaba a todas horas. Sobre aquella barda, oí la canción y me encantó. Decidí que quería tenerla. Luego de juntar el dinero necesario, producto de los domingos que nos obsequiaba mi padre, por fin me llevaron a comprar el disco, en los almacenes “Carvajal” ubicados en el centro de la ciudad. La sección de los discos tenía carteles psicodélicos. Al salir, vi por primera vez, en directo, unos jóvenes melenudos y barbones, vestidos con trajes estrafalarios y que paseaban tranquilamente por el centro, ante la mirada desconfiada de casi todos los transeúntes. Volteé a ver a mis padres, quienes con toda naturalidad dijeron: “Son hippies”. Me extrañó que no hicieran destrozos, ni espantaran a nadie –intencionalmente–, luego de haber oído toda clase de historias de aquellos personajes, tanto en televisión como en pláticas de la “momiza”.

No tengo clara la primera vez que puse el disco en el aparato, seguramente lo hizo mi padre por mí, pues en ese entonces se requería de tiempo para dominar el arte de colocar la aguja en los surcos iniciales del acetato, sin estropearlo y enervar a los oyentes con un espantoso ruido. Sin embargo, si está presente en mi memoria la constante repetición de la melodía y la enorme sorpresa de escuchar después lo que contenía el otro lado: el sencillo de "You know my name (Look up the number)" mismo que escuché cientos de veces. Por supuesto, no tenía ni idea de lo que se decía en ninguna de dichas rolas. Pero eso no importaba en lo absoluto, las disfrutaba enormemente. No sé porqué pero al terminar, casi siempre se me antojaba oír “El negrito bailarín” de Cri-Crí.

Por ese entonces, también compraba yo unas historietas españolas que contenían versiones condensadas de libros de aventuras como “Robinson Crusoe”. Me encantaban, las adquiría en la “Librería de Cristal”. Ahí mismo compré mi primer libro digamos “en serio” para leer, fue “Los tres mosqueteros”. Creo que tardé un año en leerlo completo. Al terminarlo, no recordaba ya cómo había comenzado...

jueves, 13 de diciembre de 2007

Antitabaco

La historia del tabaco es añeja en estas tierras.
Los antiguos mexicanos consumían sus aromáticos humos. Ahora se le ha declarado una guerra sin cuartel.

Se exige que se creen espacios reservados para circunscribir sus perniciosos efectos a quienes voluntariamente quieran exponerse a ellos. Estoy de acuerdo.

Si bien creo que cada uno puede tener la libertad de fumar, siendo dañinos para quienes aspiran involuntariamente el humo (los llamados “fumadores pasivos”) me parece que quienes no fuman deben estar protegidos de quienes sí lo hacen.
Encuentro ridículos los argumentos de aquellos fumadores que se rasgan las vestiduras y gritan voz en cuello que se les discrimina. Es odiosa la cultura de querer convertirse en víctima, cuando se es agresor.
No es un asunto menor el daño a la salud y el costo de atención a quienes sufren sus efectos.

Por mi parte, estoy en la lucha por dejar el vicio, el cual siempre he opinado que es para tarugos: caro, maloliente, mancha los dientes, afecta los pulmones, es adictivo (más que la cocaína), apesta la ropa, no más por decir unas cuantas nimiedades.

Mientras tanto, voy a echarme un cigarrito.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Rivera en el Munal

Asistí a la inauguración de la exposición “Diego Rivera Gráfico / Hipergráfico” en el Museo Nacional de Arte, el Munal.

Disfruté mucho el recorrido, que cuenta con una espléndida museografía.

Transcribo los encabezados que de las partes integrantes de la exposición se da en el portal del Munal en la Internet:

Diego Rivera, gran ilustrador
Muestra una panorámica gráfica del artista guanajuatense con más de 130 ediciones originales de corte bibliográfico, hemerográfico y otros medios impresos.
Diego Rivera, coleccionista
Revela la fascinación de Diego Rivera por el arte precolombino y su pasión por coleccionar piezas de diversas culturas prehispánicas.
Diego Rivera, un retrato
Material fílmico con imágenes inéditas del artista, tomadas por el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo y producidas por el cineasta Gabriel Figueroa.
Diego Rivera, en el cruce de caminos
Reflexión e interacción respecto al mural destruido en el Rockefeller Center de Nueva York

Aunque creo que el arte mexicano llegó a saturarse del modo nacionalista, llevado hasta el discurso político de la Revolución Mexicana como la única óptica para interpretar lo mexicano, reconozco la sencilla maestría representativa del auténtico arte popular ligado a buena parte de la obra realizada.

En la muestra es posible admirar la sapiencia artística de un maestro en pleno dominio de su oficio, amén de en alguna de sus obras monumentales, en los pequeños detalles de la gráfica asociada al diseño.

No hay que perderse la simpatiquísima fotografía de Diego con gorro y cargando un perro. De campeonato.

Vale la pena asistir a esta exposición. Es una magnífica oportunidad para acercarse a la obra y personalidad del artista dentro de otros ámbitos, presentadas impecablemente en uno de los edificios más hermosos de la ciudad, a cincuenta años de su muerte.