lunes, 11 de octubre de 2010

Apócrifo etimológico

Perpilpek es la palabra clave con que está construida la extraordinaria “De Velum incognitus” obra considerada como guía sin par en la interpretación de los sueños.

Conocida por apenas unos cuantos, fue celosamente guardada de los ojos profanos.

Durante siglos, nada más que una centena de privilegiados pudieron posar la mirada sobre ella y sólo trece, sí trece y ni uno más pudieron estudiarla a placer. Soy el último de ellos.

A mis manos llegó por una serie de casualidades, o causalidades dirían tal vez mis amigos. No lo sé de cierto y tampoco me quita el sueño.

El caso es que desde 1532, gracias a la paciencia y sapiencia de Robert de Mors fue posible establecer que la totalidad de sus 717 endecasílabos estaban cuidadosamente distribuidos alrededor de la extraña palabra. Su labor estuvo cerca de llegar a buen puerto, sin embargo su infatigable manía de exagerar, si bien lo convirtió en uno de los más celebrados contertulios de su tiempo, en este caso lo llevó a errar en la extensión del término “pinus”.

Perpilpek. Una y otra vez: Perpilpek . Llegados al punto de la interpretación total del sentido de la obra, la pieza faltante, el eslabón que impidió siempre el cierre de la cadena fue Perpilpek.

Leblanc propuso que Perpilpek era nada más que un faltante puesto a propósito para que la obra adquiriera sentido en función de la psique del lector. Siendo lo brillante que es la propuesta, no resultó de todo convincente, especialmente cuando se comprobó que hacia el párrafo 611 la falta de sentido de la palabra hacía imposible la lectura coherente con los endecasílabos 615 y 616.

Ya en el siglo veinte, se dice que el mismo Freud pudo leer la obra y que gracias a él fue posible entender la relación entre el concepto ‘somnus’ y ‘suctio’ en 313 y 430 de donde se establece el vínculo madre-hijo dentro de la interpretación de la forma del sueño para el adulto. Un hito.

Evidentemente, la falta de sentido mantuvo en vilo a los pocos enterados de la existencia del libro. Acicateó las labores y esfuerzos de una centena de mentes y encendió en sus corazones una incontrolable ansia de conocimiento. Fue en vano.

Pero yo he tenido en mis manos la llave que abre ese cofre y la he usado sin dilación. Aun en contra de Largenn, quien –maldito sea- ha hecho cuanto ha estado en su mano por impedir que culmine mi obra. Ha fallado miserablemente.

La más reciente carta de mi fiel amigo (lo siento, no puedo revelar su nombre) me puso en la vía correcta. El secreto de la palabra no está en su contenido hermético, como sospechó en algún momento Le Beau, ni en la numerología contenida, tesis sostenida por un grupo de cinco seudo estudiantes trasnochados e irreverentes que se hacían llamar a sí mismos los “neopitagóricos”. ¡Habrase oído semejante estupidez! Hay que ir más atrás. Hasta lo más lejano del lenguaje, hasta casi su origen mismo.

He descubierto, he develado el asunto.

Perpilpek son tres palabras en una.

'Per' que es antiquísimo prefijo indoeuropeo para ‘hacia adelante, a través de’ y de donde derivan palabras tan aparentemente disímbolas como albaricoque, barlovento o desperdicio. Es cierto.

'pil' que es la parte más nueva de la palabra, es en realidad la contracción de ‘pilum’ el filamento cilíndrico que sale de la piel de los mamíferos. El pelo.

Y, esta es la clave, la parte final 'pek' que se esconde en la raíz de ‘peine’ es decir del latín ‘pectinem’, acusativo de ‘pectem’ que a su vez proviene de una palabra mucho más vieja, más rural, más de la vida bucólica y sencilla. Viene del indoeuropeo ‘pek’ que no significa otra cosa más que ‘esquilar, arrancar la lana’.

El maldito libro es una broma que se ha extendido por siglos. El eje interpretativo, la llave que rompe el hermético candado del enigmático “De velum incognitus” es, literalmente: síguele, que esto es una tomada de pelo. Qué minúscula su progenitora.