lunes, 25 de agosto de 2008

Olímpico desden

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Concluyeron este domingo los juegos deportivos que celebraron la vigésima novena olimpíada de la era moderna en Pekín, China.

Como cada cuatro años, quienes gustamos del deporte (así sea no más para verlo) disfrutamos del grandioso espectáculo del esfuerzo y la determinación humanas en la búsqueda de un objetivo. Atletas que no entienden de derrotas a manos de sí mismos, capaces de llevar su cuerpo por encima de su propia fortaleza, para derrumbarse exhaustos, desfallecientes, fuera de sí, una vez que han llegado a la meta.

Usain Bolt y Michael Phelps han sido las grandes figuras. Prefiero al primero, aunque el segundo haya ganado un mayor número de medallas.
Phelps es un fenómeno, posiblemente el mejor nadador que haya visto el mundo. Si fuera un país, sus ocho preseas de oro lo hubieran colocado en el décimo lugar del medallero general, pero lo veo como el resultado de una ciencia para ricos.
En cambio, al jamaiquino Bolt lo me parece un desfachatado portento que puede convertirse en una auténtica leyenda del deporte. La imagen de su puño golpeando el pecho mientras sus espectaculares zancadas disminuían el ritmo a metros de la meta y aun así romper el récord del mundo en la más veloz de las pruebas, ha sido una de las más pasmosas demostraciones de poderío que se hayan visto en una pista de atletismo.

Jamaica ha trabajado en serio en las pruebas de pista. La isla se colocó en el lugar 13 de medallero con seis de oro, tres de plata y dos de bronce.

México, un desastre. Lugar 34 general, el peor de entre los paises que han organizado unos juegos. No critico a los atletas, fueron los mejores que tenemos y quienes triunfaron deben llevarse el aplauso sólo para ellos, sin regates ni embustes. Se lo han ganado a pulso. Un ¡bravo! para cada uno.

La cifra que retrata y explica las cosas no deja lugar a dudas de porqué estamos como estamos: de cada cinco pesos que se dan al deporte, nada más que uno llega al deportista. Así no se puede.

Post scriptum fuera de concurso: El nombre tradicional en español para designar a la capital de China es Pekín. El nombre Beijing es resultado de la trascripción de los caracteres chinos al alfabeto latino según el sistema "pinyin" ... se recomienda usar en nuestro idioma el nombre tradicional español (según el Diccionario panhispánico de dudas, aunque al parecer en nuestro país nadie tuvo duda de que Pekín se dice Beijing)

miércoles, 6 de agosto de 2008

Seis de agosto

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En 1969, durante un simposio efectuado en Estocolmo con motivo de los premios Nobel, el filósofo Arthur Koestler (1905-1983) dictó una conferencia.
El material de ella, así como posteriores añadidos dieron por resultado el capítulo que inaugura la cuarta parte de su libro “En busca de lo absoluto”, el cual es considerado, conjuntamente con su antecesor “En busca de la utopía” como el testamento intelectual de este pensador húngaro de nacimiento, judío por origen y nacionalizado inglés, quien fue historiador, activista, ensayista y novelista -además de filósofo-.

Regresando al libro, dicha cuarta parte es titulada “La pulsión autodestructiva” y en el inicio del capítulo 17, dice:

“Si me pidieran que nombrase la fecha más importante de la raza humana, contestaría sin vacilar: el seis de agosto de 1945. La razón es muy simple. Desde la aurora de la conciencia hasta el 6 de agosto de 1945, el hombre tenía que vivir con la perspectiva de su muerte como individuo; desde ese día, en que la primera bomba atómica eclipsó el sol sobre Hiroshima, la humanidad en conjunto ha tenido que vivir con la perspectiva de su extinción en cuanto a especie.
Nos han enseñado a aceptar la transitoriedad de la existencia personal, pero damos por sentada la inmortalidad potencial de la raza humana. Esta creencia ha perdido validez. Tenemos que revisar nuestros axiomas.”

Por diferentes motivos, pero parece que esta perspectiva desde entonces ha perseguido nuestra especie. Lo nuclear, las epidemias, el calentamiento global.
Hay quien lo sabe y lo vive, hay quien lo ignora y sobrevive, hay quien lo sabe y le vale, habrá quien lo ignore y lo pague.

Pero sin importar qué, quienes amamos la vida y la conciencia de la misma, apostamos a pensar que este zoo humano seguirá, a pesar de sí mismo; aunque bien podríamos darnos una ayudadita, dejando de cometer tanta tontería.