domingo, 23 de agosto de 2009

De regreso

Vaya, pues nuevamente me venía ganando la falta de letras para llenar la blancura del papel.

Digo, de fodongo no he estado, pero el cambio se ha llevado su tiempo y como frecuentemente ocurre, es en la mente donde se lleva a cabo el mayor esfuerzo para que las cosas tomen el cause deseado. Creo que voy en la dirección correcta. Ya comentaré detalles.

Paso a cuestiones de interés general.

Leo las nuevas acerca de los recortes presupuestales. Dan mello.
Estoy de acuerdo en que se debe racionalizar el gasto público y lo estoy a pesar de que yo mismo he sido ya víctima de ello. Es preciso que las finanzas se redireccionen y se apliquen los dineros a lo verdaderamente necesario. Ahí es donde tengo bien fundadas dudas. No veo rumbo.

Adolece el país de un objetivo claro para todos.
Desde mi óptica, se ha y se sigue ejerciendo el gobierno sorteando lo emergente, muchas veces posando para las cámaras y en medio del juego de la política “por razón de estado” que en realidad es una reyerta de múltiples frentes entre decenas de actores, quienes en muchas ocasiones son hasta ¿compañeros? de bancada partidista. Un atolondrado baile de máscaras. Muchos chafas y no pocos mezquinos.
Bueno, eso será materia de otro comentario.

Lo que hoy me preocupa es la alarmante falta de sensibilidad social, de capacidad para tomarle el pulso a la ciudadanía en un momento que creo puede resultar especialmente delicado.

Estamos en una crisis económica de dimensiones colosales (parece que ya nos dimos cuenta que sí era cierto y no un cuento) y en este nuestro México lindo y querido no hay recursos suficientes en las arcas, el excedente obtenido de los altos precios internacionales de petróleo en los años anteriores se gastó alegremente en faraónicas obras de construcción de puestos burocráticos. Hoy ya los precios se ubicaron muy por debajo incluso de cómo fueron considerados para efectos del presupuesto de egresos. Y resulta que hay que pagar esta obesa estructura y con la novedad de que no hay lana.
En las rotundas palabras del Secretario de Hacienda, hay un boquete en las finanzas de unos 300 mil millones de pesos para el presupuesto del ya cercano 2010 (el del bicentenario). Se acabó la borrachera, llegó la cruda y ¡maldita sea! justo cuando no nos alcanza ni para comprarnos unos alka seltzers.

Pues en medio de todo esto, dentro de las privilegiadas mentes que prometieron que esta sería la patria que “un empleo a cada hijo le dio” la solución que ha surgido y que amenaza con ponerse en práctica es la creación de nuevos impuestos. Esto, de ocurrir, creo que será una equivocación monumental. Dentro de un ambiente mayoritariamente pesimista y entre noticias de sueldos y prestaciones para funcionarios que indignan a la inmensa mayoría de la población, se quiere obtener más dinero de los ciudadanos para mantener una pesada burocracia y a una que otra instancia de gobierno absolutamente inútil.
Es decir, Hacienda va a reventar a quien se deje, a exprimir todavía más a quienes cumplen y que lo hacen a pesar de un sistema impositivo enredado que induce a trampas de recolección más que a fomentar la participación civilizada y razonada.

Curiosamente, no he leído de algún plan para generar riqueza, ¿será que es más fácil repartir pobreza? Por supuesto, parece más sencillo arrebatar apoyado en la ley que producir con base en la inteligencia o el talento.

Nuestro sistema es costoso, ineficiente, ineficaz e inefectivo. No hay dinero que alcance cuando el gobierno quiere ser rico mientras el pueblo es pobre.

La liga está muy tensa y las presiones sociales, exceso de imposiciones, inseguridad, desempleo, futuro dudoso, injusticia, cada vez más se concentran, oprimen y lastiman a una clase media (o lo que queda de ella) que se ve cercada entre la imposibilidad de progresar (que ya lleva rato viviendo) y el peligro (que ya comenzó) de perderlo todo.

Hay que releer historia. La clase media una vez harta o acorralada es generadora de revoluciones. Dejarnos de bobadas, en verdad, como sociedad estamos entrando a la zona en que apostar a la resignación ciudadana es el equivalente a darle cerillos a un borracho para que fume junto al depósito de pólvora y esperar que no pase nada.
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