martes, 27 de noviembre de 2007

Una limosnita...

Pequeña y perennemente sucia.
Rostro redondo, cejas pobladas, bozo marcado, arrugas definidas. Usa un gorro tejido a sol y sombra. Se cubre el cuerpo por completo con ropas variopintas que forman capas y capas como si fuera una cebolla trashumante.
Pide limosna y observa cuanto pasa alrededor con dos ojillos negros saltones y brillantes.
De edad indefinible, lo mismo podría tener 40 que 60 años.
No le conocía la voz, la veía con frecuencia en las calles cercanas a mi oficina.

Hará cosa de unos cinco años, dejé de verla. Quedé sin empleo y dejé de frecuentar el centro histórico durante una buena temporada. No la extrañé, vaya, ni siquiera pensé en ella. Es uno de esos personajes de la calle que pueden desaparecer y tardamos tiempo en notar su ausencia.

Meses más tarde, asistía yo a una entrevista de trabajo en el rumbo, cuando la vi. Soy completamente honesto: no me llamó la atención particularmente, pero al pasar frente a ella, se dirigió a mí, en tono más bien seco:

- Tú trabajabas por aquí... ¿verdad?
- Sí. –contesté francamente sorprendido–
- ¿Y ya no?
- No, bueno estoy viendo algo..., pero a ver qué pasa –todavía extrañado–.
- Mmm, ¿sabes por qué me acuerdo de ti?
- No.
- Nunca me diste nada.

Que alguien me explique cómo y qué se responde.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Campeoncitos

Existen diversos tipos de futbol en el mundo. Eso es sabido por todos, pero no deja de llamar mi atención.

El balompié que se juega en algunos lugares, especialmente en ciertas partes de Europa, como Inglaterra, Italia, Alemania y España, particularmente en las competiciones internacionales, es un bello deporte. Sobre el césped primorosamente cuidado se trazan líneas matemáticamente calculadas e impecablemente ejecutadas. Es un espectáculo más cercano a precisas demostraciones de geometría en acción que al ámbito de la exacerbada actividad de las glándulas sudoríparas.

Otra cosa es lo que se practica en algunos sitios (varios de ellos de cercana geografía a esta tierra mexicana), en donde se juega en potreros habilitados como estadios y el partido suele simular una práctica de capoeira sobre terreno empedrado mientras se corre tras una pelota ovoide.

El de México se haya a medio camino, aunque tiende a sumarse al grupo en donde se juega con calidad. Se disfrutan acciones de gran hechura, pero todavía hay que deglutir auténticos somníferos cortesía de 22 desganados en calzoncillos.

Comenzó la liguilla. Suele haber buenos partidos.

Habrá que ver si surge algún equipo que le birle el título a quien con justicia lo ganó a pulso a través de cada una de las jornadas del calendario de competencia, es decir al que hizo más puntos. Quien ahora se encuentra en riesgo de ser atracado es el Santos Laguna. Ojala supere el reto y corone el esfuerzo, aunque haya sido en uno de estos absurdos mini torneos que dejan algo así como semi campeones. Dos por año.

martes, 20 de noviembre de 2007

De provocaciones y respondones.

La catedral metropolitana está cerrada. La última vez que esto ocurrió fue en 1924, en vísperas del conflicto religioso. Y no fue como consecuencia de actos de violencia, sino por que el gobierno ordenó hacer un inventario.

El domingo pasado, durante un acto político, las campanas repicaron entre nueve y doce minutos –según los asistentes al mitin– impidiendo que la oradora pudiera realizar su discurso. Esto fue tomado como una provocación.
Un grupo decidió “empatar” las cosas y arremetió contra la recinto religioso, interrumpiendo la celebración litúrgica y causando daños al mobiliario del lugar.
La jerarquía católica decidió cerrar el templo.

Reprobable lo acontecido.

Si, como se afirma, las campanas repicaron un tiempo inusualmente largo, con el fin de molestar a los congregados en la explanada del zócalo, parecería un acto de provocación innecesario.
La respuesta de quienes interrumpieron la celebración, fue desmedida e irreflexiva.
La decisión de cerrar la catedral unilateralmente tampoco parece una medida conciliatoria, sino de presión.

Lo acontecido es una llamada de atención que es necesario tomar en cuenta.
De no encontrarse la forma de encausarla y desactivarla, esta situación tiene el potencial necesario para convertirse en un enfrentamiento violento, muy difícil de controlar. No se puede jugar ni con las carencias ni con la creencias de la gente.

En épocas de tensiones sociales, en alguien deben caber la prudencia, la mesura y el buen juicio, para dar espacio a la tolerancia, el entendimiento y el respeto. Es indispensable el irrestricto respeto entre los ámbitos políticos y religiosos, por todos. Mezclarlos es crear material explosivo, la historia está llena de ejemplos.

¿Cuál de ambas partes estará a la altura del reto?
¿La que representa a una buena parte del pueblo mexicano (y que tienen entre sus seguidores a una gran cantidad de católicos, seguramente) o la que lo guía espiritualmente en un gran porcentaje (y que tienen dentro de su feligresía diversidad de pensamientos políticos, seguramente)?

Por el bien de todos, espero que ambas.

jueves, 15 de noviembre de 2007

En el camión

Ella era morena, de rasgos armoniosos y agradables, él un tipo muy mexicano. Jóvenes los dos, sin rebasar los veinte años. Ambos representaban un acabado ejemplo de la belleza mestiza del altiplano, de este Valle del Anáhuac.
Vestían discretamente, con limpieza, sin pretensiones. En todo caso, se notaba su origen humilde.
Así los vi, cuando subieron al mismo camión urbano –de los entonces llamados “delfines” – en el que me dirigía a casa. En la ruta que iba con rumbo a Coyoacán. Era una tarde soleada y clara.

Llamaron mi atención los suaves modales y la atención que él le prodigaba, así como la serena actitud de ella. Se veía que eran felices, pero de una manera diríamos tersa, sin aspavientos. Con la especial tranquilidad que da estar en el lugar que a uno le corresponde.

Tomaron asiento apenas a dos sitios de donde me encontraba.

Pasados algunos momentos, él le preguntó si estaba cansada. Ella dijo que un poco, pero que no tanto.
Él le dijo si quería que continuaran con lo de ayer. Ella aceptó.
De su mochila, él sacó un cuaderno y lo abrió.
Tomaron la lección en donde la habían interrumpido; él comenzó: c-a, "ca"; s-a, "sa"; ca-sa, "casa".
Le estaba enseñando a leer.
Ella emprendió su propia tarea: c-a, "ca"; s-a, "sa"; ca-sa, "casa".

Mientras ella se empeñaba en descifrar el significado de las letras, él la miraba con orgullo. Mientras él explicaba lo que habría de aprender, ella, de reojo, le veía amorosa.
Así continuó la lección.

Llegado a mi destino, les dejé cobijados por su propio mundo. Bajé del camión y emprendí la caminata rumbo a casa. Llevaba una sensación de bienestar.
Las minúsculas maravillas siempre son gigantescas.

martes, 13 de noviembre de 2007

Eureka!

Busco afanosamente algo sobre lo cual escribir. Me devano los sesos buscando el pretexto para poner algo sobre el papel en blanco. No lo consigo.
Busco atender la amable sugerencia acerca de hacer algún comentario referente a una película. No funciona. Necesitaría ver nuevamente la cinta para poder hacerlo y no he tenido tiempo; por otro lado, la primera en que pensé resulta que no está disponible en DVD. De modo que sigo buscando. Otra nota de presión en este punto es que la sugerencia ha provenido de alguien que es una notable conocedora de cine, empedernida asistente a las salas cinematográficas e incansable asistente a videoclubes, así que todavía está más complicado el asunto.

Tengo alguna narración, pero todavía no está lo suficientemente pulida como para publicarla y otra candidata resulta ser un texto demasiado largo.

De manera tal que heme aquí escribiendo excusas acerca de porqué no escribo, lo cual me parece muy bien, ya que al hacerlo me viene a la mente una anécdota referente a los extraños contrasentidos y, curiosamente, vinculada al cine.

El actor y humorista Groucho Marx solicitó inscribirse a un muy exclusivo club –creo que en Nueva York–. Su solicitud fue estudiada y le fue enviada la respuesta: Había sido aceptado en ese refugio de la crema y nata de la sociedad.
Tras recibirla, el ocurrente Groucho envió inmediatamente su opinión al respecto:
Declinaba pertenecer al club, para ello esgrimía una poderosa razón: No concebía asistir a un sitio en el que aceptaban a personas como él.

¡Qué tipo!

PS: Prometo esmerarme.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Bolígrafo invitado

De la vecina Tlaxcala, tuve el gusto de saludar hoy al buen amigo Paco Varela.
Además del placer de su siempre amena y ocurrente plática, tuvo la gentileza de obsequiarme un ejemplar de la antología titulada Desde "La contraesquina", integrada por breves relatos, nacidos de las tertulias de un grupo de amigos en su ciudad.
No me sustraigo a la tentación de compartirles el siguiente, que tiene por gracia añadida ser anecdótico y no ficción.

Espero lo disfruten.

¡Trágame tierra!

Desayunaba en el Vips de Tlaxcala, Tlax., en compañía de cuatro maestros. Con el protocolo acostumbrado, me levanté de la mesa para ir al sanitario. Al lavarme las manos, empujé el seguro deslizable de la llave del agua, y de ésta salió –a presión inverosímil– un chorro al cual mis dedos le sirvieron de guía para salpicarme el lado derecho del cierre y una franja de mi impecable pantalón gris claro. También maldije. Y viceversa.

Me acerqué al secador automático. Intenté llevar la pierna hacia él, de manera que el aire llegara a la zona empapada, a la vez que miraba a la puerta para regresar discretamente a la vertical cuando entrara alguien. Nadie apareció; tampoco se secó la tela. Para salir del infortunio, me quité el suéter y desplacé la camisa fuera del pantalón. No me gustó como me veía. Desesperado, tomé el papel sanitario y lo deslicé sobre la mancha para que la absorbiera. ¡Nada! Entré, entonces, a uno de los retretes. Me quité el pantalón. Lo agité. Abrumado, casi vencido, me vestí y salí.

Caminé hacia la mesa, preocupado de que el suéter que sostenía la mano derecha cubriera, con el vaivén, la parte húmeda. De reojo, observé a mis compañeros: tres mujeres y un hombre; ni siquiera me miraron, por seguir en su plática. Suspiré aliviado. Ninguno lo había notado.

Días después, a hurtadillas, una de aquellas maestras me recomendó un té de... no sé de qué. Me dijo que a su marido le había servido muchísimo, pues durante un tiempo él sufrió de incontinencia urinaria.

Francisco Eugenio Varela

viernes, 2 de noviembre de 2007

Stupeo

Topo con el verbo latino “stupeo” que significaba ‘quedarse parado, atónito’.

Decían los antiguos:
stupeo animi: tener el alma en suspenso.
stupeo novitate: quedarse atónito ante la novedad.

Era un verbo de uso extenso, sin embargo sus derivados en español no aparecen en el primer diccionario de nuestra lengua y eran considerados cultismos. Una de las palabras provenientes de dicho verbo latino es “estupendo”, que toma el sentido actual (según el Diccionario de la Real Academia) de “admirable, asombroso, pasmoso” por asociación con esa parálisis que provoca el asombro.

Pero curiosamente, otra de las palabras que comparte el mismo origen es “estúpido” del que ahora se define como “necio, falto de entendimiento” supongo que en esta ocasión por la inmovilidad, pero ahora asociada con el entendimiento.

De modo que la palabra origen que define la parálisis momentánea ocasionada por la sorpresa o la sobrecarga emotiva de encontrarse ante algo digno de admiración, sirve para adjetivar tanto a lo que provoca el fenómeno, como a quien lo recibe.

Creo que lo dicho pudiera servir de pretexto para realizar una reflexión respecto de nuestro entorno: Puede ser que aquellos a quienes consideramos poco brillantes, en realidad están extasiados ante estupendas cosas que nuestra limitada percepción ignora, y que quienes creemos andar un poco más despiertos ante la vida no somos más que insensibles a multitud de estímulos.

Mientras tanto, creo que la próxima vez que escuche algo carente por completo de sentido o fundamento, podría limitarme a pensar: “¡Vaya! Eso fue estupendificante” en lo que discierno si es estupendo o estúpido; aunque siempre queda finiquitar la cuestión separando las sílabas: es-tu-pendo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Calaverita bloguera

...
Decía la muerte huesuda
sonriente y franca:
"A todos los internautas,
voy a jalarles las patas"

Salen unos miedosos,
salen otros confiados
unos con pinta de osos
y otros de amanerados.

Corren entre los blogs
unos muertos de miedo,
otros comen hot dogs
y hasta se chupan los dedos.

El desmadre es colosal
todo un jaleo en serio
no dejan ya descansar
a nadie en el cementerio.

Mas todo para al momento,
cuando gritan a la catrina:
¡Esa trinche flaca se va a ir arrepentida
aquí primero muertos, antes que perder la vida!