martes, 23 de octubre de 2007

Una de Batman

Entré a la pequeña papelería a sacar unas fotocopias. Nada inusual. Sólo tener material suficiente para dar cuenta a potenciales clientes de los servicios que se ofrecen.
Terminado el trabajo, pagué.
Ya para salir del local, ví una pequeña figura en el anaquel: un torso de Batman.
Dudé un momento, pero me decidí rápidamente. La iba a comprar.
Pregunté el precio y no me pareció caro (tampoco barato, he de decirlo), pero era lo de menos. La pagué, la colocaron en una bolsa. Me dirigí a mi bicicleta, até el paquete al manubrio y me fui pedaleando animosamente.

Le tengo simpatía al hombre murciélago. De entre la legión de súper héroes, es mi favorito.
Me gusta que, de entre todos los personajes, es el único que no adquirió sus poderes por accidente. No lo mordió un bicho radiactivo, ni se estrelló en nuestro planeta, ni sufrió las consecuencias de una mega explosión de rayos gamma, ni le inyectaron una sustancia rara, ni fue sumergido por accidente en un caldo de pollo intergaláctico, ni come espinacas.
El pequeño Bruno Díaz venció su miedo, el espanto de sus recuerdos y sus fobias. Para mí eso sería bastante, pero además la estupenda serie de televisión mostró un héroe capaz de hacer una sátira de sí mismo (a poco no era genial ver un Batman panzoncito), de mofarse de sus propias hazañas con los puños (¡pow!, ¡zaz!) y de utilizar un ayudante decididamente desfasado del mundo (¡santos problemas!), amén de tener un mayordomo que, de tan estereotipado, no pudo ser ridículo.

Lo curioso es que es el mismo personaje más bien oscuro, de entornos abigarrados y estética cuidada de la película (la primera, con el genial Jack Nicholson como “El guasón”) .

Me gusta su baticinturón, con todo género de sorpresas (¿de dónde saca esos maravillosos juguetes?, se pregunta envidioso El guasón), frutos del ingenio, así como su batimóvil, ese bólido en cuatro ruedas que es el sueño de cualquier aficionado a “enchular” su máquina. Me agrada que se valga de la inteligencia aplicada en técnica para defenderse.

Pensaba yo estas cosas mientras rodaba por las calles.

Llegado a mi destino, saqué la figura de la bolsa y la coloqué en una pequeña repisa. La observé un rato y sonreí. Con Batman nos damos cuenta que el miedo no anda en burro, sino que vuela en forma de murciélago, acechando el asomo de nuestras debilidades.

1 comentario:

Juan de Lobos dijo...

Je je je, pero creo que omitiste uno de los atributos de El hombre murciélago, es un detective, y en el mejor sentido de Holmes, analítico e inteligente. Bien por Batman, bien por el Murciélago (que bien pudo haber sido vampiro)