Diez gotas de ácido en cada ojo.
Es la pena señalada por el tribunal iraní para castigar el que hace cuatro años Mayid Mohavedi desfigurara y dejara ciega a Ameneh Bahmani, al arrojarle intencionalmente una mezcla de agua y ácido sulfúrico, como venganza haberse negado a comprometerse en matrimonio con él.
No habrá verdugo que ejecute la sentencia. Será la madre de Ameneh quien vacíe, una por una, las gotas que habrán de destruir los ojos, hasta dejar ciego al infractor.
Metódica, mecánica, ininterrumpida e inclementemente con cada impacto de esas, tal vez minúsculas, porciones de líquido la luz encontrará cada vez menos cómo llegar al nervio del sujeto hasta que le sea imposible para siempre.
No deja de ser una idea inquietante que la última imagen que verá ese infeliz tal vez sea la del rostro de la madre de su víctima.
Particularmente crudo resulta saber que la familia se negó a aceptar una compensación económica. Tampoco optaron por que se condenara a muerte a Mayid. Pidieron y obtuvieron la aplicación de la llamada ley del talión: ojo por ojo y diente por diente.
En todo el asunto hay de qué horrorizarse, de qué sentir lo mismo náusea que piedad. Lamentablemente, en ninguno de sus momentos parece posible encontrar aunque sea un resquicio ya no digamos para el perdón que parece definitivamente perdido, sino aunque sea para la tranquilidad.
No termino de digerir esta terrible historia.
domingo, 15 de febrero de 2009
miércoles, 4 de febrero de 2009
Crisis
Ni para donde hacerse, sin remedio estamos entrando a una crisis. Otra más para quienes iniciamos nuestra vida laboral en la década de los ochenta.
Diferencias las hay: ésta que inicia es mundial y las perspectivas no son nada halagüeñas.
Esperemos, y ya lo veremos, no llegar a los demenciales niveles de hace 20 años, cuando la inflación era un asunto tan grave que todavía no sé bien a bien cómo diablos salimos de aquello (me queda claro, eso sí, que gracias al sacrificio de muchos).
Recuerdo que los precios aumentaban cuando menos un 10% mensual. Tal vez hoy esto no dé una idea clara de aquello, pero entonces esto nos obligaba a acciones que hoy apenas parecen creíbles.
En esos días iba un servidor a comprar materiales como papel, pegamento, pintura, rollos fotográficos, etc. (era yo un novel diseñador gráfico) a toda prisa en cuanto cobraba algún trabajo. De hacerlo con tardanza, me arriesgaba a que el dinero ya no fuera suficiente ante las alzas diarias. Al convenir un trabajo se estipulaban los precios dependiendo la fecha de pago.
Aunque los bancos pagaban alrededor de 120% de interés anual por los ahorros, guardar el dinero era visto como una tontería y como la manera más segura de, paradójicamente, perderlo todo.
Me preocupa que comienzo a escuchar comentarios similares.
El que comienza no será un año sencillo bajo ningún concepto. El Banco de México calcula en 340,000 los empleos que se perderán. Y eso que ya sabemos de que los gobernantes suelen dar cifras a la baja, para no alarmar a la sociedad. Las cifras para el resto del mundo son alarmantes, sean de los Estados Unidos, Italia, Alemania o Japón. Se espera un año de verdadera pesadilla, una crisis más profunda y dañina que las del mítico 1929.
Se oyen pues, las sirenas de alarma anta la embestida de las insanas consecuencias del capitalismo salvaje, del mercado irresponsable, de las barbaridades de grupos privilegiados que son lo suficientemente idiotas para desentenderse de su entorno.
En México asoman apenas los signos de la crisis, no serán los últimos, los estaremos viendo cuando menos el próximo par de años. ¡Ánimo!
Diferencias las hay: ésta que inicia es mundial y las perspectivas no son nada halagüeñas.
Esperemos, y ya lo veremos, no llegar a los demenciales niveles de hace 20 años, cuando la inflación era un asunto tan grave que todavía no sé bien a bien cómo diablos salimos de aquello (me queda claro, eso sí, que gracias al sacrificio de muchos).
Recuerdo que los precios aumentaban cuando menos un 10% mensual. Tal vez hoy esto no dé una idea clara de aquello, pero entonces esto nos obligaba a acciones que hoy apenas parecen creíbles.
En esos días iba un servidor a comprar materiales como papel, pegamento, pintura, rollos fotográficos, etc. (era yo un novel diseñador gráfico) a toda prisa en cuanto cobraba algún trabajo. De hacerlo con tardanza, me arriesgaba a que el dinero ya no fuera suficiente ante las alzas diarias. Al convenir un trabajo se estipulaban los precios dependiendo la fecha de pago.
Aunque los bancos pagaban alrededor de 120% de interés anual por los ahorros, guardar el dinero era visto como una tontería y como la manera más segura de, paradójicamente, perderlo todo.
Me preocupa que comienzo a escuchar comentarios similares.
El que comienza no será un año sencillo bajo ningún concepto. El Banco de México calcula en 340,000 los empleos que se perderán. Y eso que ya sabemos de que los gobernantes suelen dar cifras a la baja, para no alarmar a la sociedad. Las cifras para el resto del mundo son alarmantes, sean de los Estados Unidos, Italia, Alemania o Japón. Se espera un año de verdadera pesadilla, una crisis más profunda y dañina que las del mítico 1929.
Se oyen pues, las sirenas de alarma anta la embestida de las insanas consecuencias del capitalismo salvaje, del mercado irresponsable, de las barbaridades de grupos privilegiados que son lo suficientemente idiotas para desentenderse de su entorno.
En México asoman apenas los signos de la crisis, no serán los últimos, los estaremos viendo cuando menos el próximo par de años. ¡Ánimo!
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