jueves, 9 de octubre de 2008

Otra del tránsito

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Circulo en mi automóvil por estas calles y avenidas de la Ciudad de los Palacios.
Me incorporo al Viaducto, un par de minutos después, un Jetta amarillo, se le cierra violentamente a una camioneta con una señora a bordo, rechinido de llantas, toquidos de claxon. El Jetta toma la inmediata salida y se dirige –ojalá- al carajo.

A un costado del Palacio Legislativo, un animal de apariencia semihumana encaramado en una Crossfox gris cree percibir que un destartalado Topaz intenta cerrársele, se le empareja, busca su mirada y le hace señas retadoras, el Topaz vira a la izquierda y no lo pela. El sujeto está detrás de mí, al llegar al semáforo, tras unos diez segundos decide que ya es suficiente tiempo para permanecer detenido, de modo que toca la bocina, saca la mano para chasquearme los dedos y arrima hasta una distancia milimétrica su pinche camioneta a mi súper chevy. Me orillo un poco a la derecha y le dejo paso franco, se pasa el alto, acelera y se dirige hacia Francisco del Paso y Troncoso convertido en una ráfaga. Unos segundos después se aprecia una polvareda y se distingue el vehículo cuando se orilla. Una vez que lo alcanzo, veo el porqué ha detenido la marcha: el imbécil no vio un bache y ponchó una de las llantas. Dios sí existe.

De regreso, a la oficina, por la calle de La Morena, un microbús, decide rebasar por la derecha y atravesarse en diagonal sobre el arroyo, para no dejar pasar a nadie, mi vecino le toca el claxon y el educadísimo patán le mienta la madre con la bocina y le dibuja unos caracolitos con la mano extendida por la ventanilla, después de eso, decide ocupar los dos carrilles y no dejar pasar a nadie. Siete cuadras de mentadas.

Ya para llegar, un motociclista decide que su abultado vientre requiere de nueve metros cuadrados de espacio para circular y sentirse a gusto. Le vale un serenado cacahuate estorbar una hilera completa de automóviles. Él se encuentre a gusto y orondo paseando a 25 kilómetros por hora en su motoneta, misma que parece un juguete a escala, debajo de su rotunda humanidad.

Por favor, háganme llegar un correo cuando sepan que es el “Día Nacional del Animal al Volante”. Juro que no salgo.

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