Domingo 16 de marzo.
Corre el minuto 62 del partido entre las selecciones de futbol preolímpicas de México y Haití. El representativo azteca necesita ganar por cinco goles de diferencia para aspirar a continuar con vida en el torneo calificatorio para los juegos olímpicos de Beijing, a celebrarse en agosto de 2008.
Recién acaban de conseguir la segunda de las cinco anotaciones que requieren.
El mexicano Edgar Castillo emprende una escapada por la banda izquierda y encara a un rival dentro del área, consigue eludirlo y, con ello, parece crear una oportunidad clara para enviar un centro potencialmente fulminante, pues cuatro de sus compañeros merodean la portería y la marca de los haitianos deja mucho que desear; pero Castillo no centra, ni siquiera continúa con su carrera, con descaro y falta de vergüenza, se tira intentando engañar al árbitro y que éste conceda un tiro penal. Falla miserablemente en su intento. Los caribeños se hacen con el balón y en un suspiro cruzan la cancha hasta los linderos del área mexicana, desde ahí su atacante larga un disparo al estilo de los clásicos: fuerte, raso y colocado. Es inútil la estirada del longilíneo Guillermo Ochoa. La meta es alcanzada y entonces los cartones se ponen dos a uno.
Ni las fallas infames de Landín y Fernández me parecieron tan penosas como el grotesco espectáculo de recibir un gol como consecuencia de intentar engañar antideportivamente.
Al finalizar los noventa minutos de juego (más cinco añadidos por el silbante) el marcador dice: México 5, Haití 1. Los mexicanos están eliminados. No asistirán a los Juegos Olímpicos.
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Sábado 15 de marzo en Las Vegas, Nevada.
El filipino Manny Pacquiao enfrenta al mexicano Juan Manuel Márquez por el título superpluma del Consejo Mundial de Boxeo.
Tras dos buenos primeros asaltos del mexicano, en el tercero, el filipino hace valer el terrible poder de sus nudillos y con violento izquierdazo pone de cara a las lámparas a su oponente. Márquez se levanta, capea el temporal y logra terminar de pie.
Todo pundonor y coraje, el mexicano devuelve golpe por golpe el resto de la pelea y en el octavo episodio conecta demoledores ganchos a su rival, poniéndolo al borde del knockout, pero Pacquiao también es un guerrero indomable y se mantiene en el combate.
El mexicano ha sido cortado. Producto de un cabezazo, tiene un tremendo tajo encima del ojo derecho, que amenaza el que pueda continuar. Pero el filipino presenta también las huellas de la paliza: dos cortes ensangrientan su rostro.
Tras doce asaltos de brutal pelea, ambos llegan lastimados, exhaustos, pero gallardos y bravos hasta el final. El público les brinda una prolongada ovación.
Márquez ha conseguido conectar mayor número de golpes y en varias ocasiones puso en malas condiciones a su oponente, en la esquina de Pacquiao no hay confianza, saben que la pelea ha sido dura y que lo han castigado como nunca.
Sin embargo, una decisión dividida otorga la victoria al filipino, me parece que injustamente.
Cuando regresen a México, los preolímpicos llegarán cargando una victoria humillante, pero Márquez, incólume el orgullo, traerá una derrota de la que jamás podrá sentirse avergonzado.
Así es la vida.
1 comentario:
K, de la selección ni hablar, del deporte de las orejas de coliflor me declaro un ignaro, pero aprovecho para saludarte y avisarte que puedes pasar a recoger un presente en el blog de este antideportivo Lobo.
Saludos
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