Se fue noviembre sin una sola letra. Mal modo el mío.
Pero bueno, ni hablar (o escribir), unas líneas no vienen mal.
No deja de llamar mi atención el caso de Rafael Acosta Ángeles (a)
Juanito, el controversial Jefe Delegacional electo y en funciones (manque algunos les duela) para Iztapalapa.
Para algunos, un traidor que se desdijo ante la palabra empeñada únicamente por ambición, a sabiendas de que ocupa un puesto que no hubiese ocupado nunca de no haber mediado la intervención de AMLO para apuntalar a Clara Brugada, llamada
Clarita, en su carrera por la titularidad.
La historia de suyo da para una novela o una película. Está guiada por la ambición, la traición y el cinismo.
El protagonista tiene ese aire del perpetuo perdedor, bueno pero con mala suerte y al que al fin le llega su hora, del estilo de esos melodramas que tan asiduamente se filmaran en nuestro país durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, que tanto se encarnaron en el imaginario popular. ¡Caray! casi me puedo imaginar el reparto: David Silva
, Carlos López Moctezuma, Fernando Soto
Mantequilla... pero no nos desviemos del tema.
Como se sabe,
Juanito pidió licencia,
Clarita le entró al puesto y sus huestes estaban felices de echar al peculiar personaje de lo que creen que les pertence. Mas, de veras que no atendemos las enseñanzas del Chapulín Colorado, no contaban con su astucia. A pesar de que le bloquearon el edificio y le hicieron plantón. Rafael Acosta regresó por sus fueros. Entró a las oficinas, colocó sellos, pidió renuncias, hizo nombramientos, hizo valer viejas alianzas, exhibió nuevas y no dejó títere con cabeza.
Por supuesto, entre quienes la apoyan y en la propia
Clarita esto fue poco menos que motivo para una apoplejía. Estan sumamente enojados. Bueno, un grado más allá...
Hoy la Asamblea de Representantes de Distrito Federal, ahora busca remover del puesto a Juanito, destituirlo, con motivo de la supuesta ingobernabilidad que provoca en la demarcación. Es decir por los desmanes que pudieran cometer los seguidores de
Clarita...
En resumen, la situación ha sido esta:
Como no pusieron a la candidata que querían dentro de un partido, alguien le pidió de favor a otro candidato, de otro partido que actuara como hombre de paja para que la gente votara por él, ganara la eleción y luego renunciara para que la candidata del primer partido pudiera gobernar. Por increíble que parezca, así ocurrió, la gente votó por el otro para que ganara la una.
Sin embargo, ya metido en el papel de representante del
popolo, el otro se arma de aliados, de bien intencionados, de políticos y de lambiscones y se da cuenta de que si ganó la elección es porque el pueblo así lo decidió y él, como es un demócrata, debe respetar ese mandato.
Al ver esto, la una y sus aliados deciden acudir a la vía legal e institucional para mandarlo a su casa de vacaciones forzosas. Es correcto, quienes torcieron la institucionalidad de la elección y de la pertenencia partidista ahora quieren esgrimir el derecho a su favor.
Y luego nos extrañamos de que nadie nos tome en serio.
En mi opinión, el asunto fue un mal cálculo. Se perdió la proporción, les falló la prospectiva, se rompió el esquema, vaya para decirlo técnicamente: se les
chispoteó.
Aunque nadie quiere líos gordos y una llamarada puede ser el inicio de una conflagración, que la pinta institucional prevalecezca parece ser lo recomendable; de ser así las cosas,
Juanito tiene buenas probabilidades de quedarse a gobernar y de que la Ley lo proteja. Adicionalmente, no es despreciable el hecho de que varios actores de peso ven con muy buenos ojos que el jugoso presupuesto de la Delegación quede lejos del alcance de quienes suponen los pueden usar con fines electorales rumbo al 2012.
Caras vemos, presupuestos no sabemos...