miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un pasito

Hay momentos que sólo al paso del tiempo sabemos su dimensión.
Ayer por la noche, me costó un trabajo enorme conciliar el sueño. Vuelta para acá, ahora para allá, una partida de solitario, lectura, hasta sentir como el párpado se espesa y pesa.
Apago la luz. Giro y me duermo... quince minutos.
Es claro que la presión para nivelar la nave se va sintiendo, me digo a mí mismo que en todo caso, tampoco se trata de hacerle al héroe. Mañana reorganizo mis papeles y vuelvo a dirigir las baterias a lo que había venido haciendo.
Más tranquilo, intento dormir, comienzo a oir música con mis audífonos, me entran ganas de echarme una bailadita. ¿Y por qué no? Me levanto de la cama y a oscuras bailo un par de rolas del maese Marley. Recupero el buen humor.
Me acuesto nuevamente, cierro los ojos y pienso que, pase lo que pase, lo único que requiero es no perder el ánimo ni dudar de mi propia capacidad para hacer lo necesario y lo debido. No tengo por qué flaquear. Me duermo.

La primera llamada de la mañana: "Enrique nos podemos ver a las diez? Quiero cerrar el pedido"
Estoy a la hora convenida y salgo a las 12 con un cheque en la mano -el primero en un buen rato- y una sonrisa en la cara. No es mucho, pero es mío.

Puede ser un inicio o un epílogo, no lo sé, ya se verá.
Ah! pero eso sí, nada le quita su sencilla alegría a este pequeño episodio.
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sábado, 19 de septiembre de 2009

Hoy en el pasado

Para Deniche

Llega en pies de algodón, suave y definido el recuerdo de un algo que nos toca, súbito pero gentil nos captura, nos lleva desde hoy hasta allá, atrás, a un punto acidulado, azur, malva, grana o sinople lejos, tanto como ayer, tanto como veinte años o más en el pasado.

Nos vemos ahí y ahí nos vamos.

Nos llevan a los sabores, se renuevan aromas y el momento se matiza con colores, mientras campean por la mente lo mismo el candor que la tristeza, la carcajada o la vergüenza, aciertos y errores. Aquella pequeñas cosas, cuenta y canta Serrat, que nos dejó tiempo de rosas, en un rincón, en un papel, en un cajón.

Y queremos saber de ella, quieren saber de él. Alegrarnos porque está bien, invitarle a charlar, a verse en un café y que sólo dos lo sepan, no porque esté mal, sino porque así es como debe ser, para que tenga sentido, para que nos haga bien, ese sabernos hoy un poquito en el ayer.
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sábado, 5 de septiembre de 2009

Hanussen

En una de las muestras de cine en esta Ciudad de los Palacios, allá por 1985 u 86, vi entonces una película que me llamó poderosamente la atención y de la cual que creía recordar la historia, de hecho creo que en más de una ocasión la utilicé en ejemplos o para salpimentar alguna charla.
La volví a ver hace unos días.
Si bien algunas partes eran tal cual las recordaba, en lo medular, la película era diferente.
Creo que esto bien puede ser una forma de apropiación en el que la historia se va adecuando a como quisiera que hubiera sido para apropiármela por entero. Puede ser, pero eso será materia de comentario en otro momento.

El caso es que disfruté de la trilogía de István Szabó acerca del imperio austro-húngaro: Mefisto, Coronel Redl y Hanussen, a la que me he referido es a esta última.

Erik Jan Hanussen, en quien está inspirada la película, fue un personaje que adquirió cierta notoriedad durante los primeros tiempos de los nazis en el poder. Calificado como vidente, tuvo un trágico desenlace su existencia. Me abstengo de detalles, les recomiendo la película.

En fin, el caso es que durante la cinta, Hanussen se reúne con algunos notables en Berlín, quienes se interesan por saber cuanto el personaje pueda decirles acerca del futuro. En determinado momento, Hanussen fija la mirada y habla, esbozando escenas que, no sé por qué, me resultaron familiares. Os dejo sus palabras, ahí me avisan si les suena como que a algo que pasa en algún sitio lejos, muy lejos, de la sana, vigorosa y estimulante realidad de esta nuestra tierra de la serpiente y el nopal, según lo expresado por nuestro presidente en sus mensajes de recientes fechas.
Habla Hanussen:
“Veo 100 mil marcos flotando en un canal, fueron tirados por un mendigo.
Un periódico que costaba 100 mil en la mañana cuesta 500 mil por la tarde.
Los que habían prosperado, ahora son mendigos. Los especuladores y los timadores ahora han prosperado.
Veo a innumerables hombres parados frente a restaurantes, desmayándose de hambre bajo la mirada indiferente de los que están adentro.
Aparadores llenos, pero unos no pueden comprar ni una manzana podrida a sus hijos.
Las disparidades crecen.
La corrupción hace a un lado los intereses comunes. Hay un enorme vacío y en él hay ancianos enfermos y jóvenes sin oportunidades. Necesitan pan, trabajo, seguridad y orden y lo que tienen es odio.
Ellos odian esta república. Veo odio en sus ojos.
Es un odio que podría usar un demagogo.
Es un terrible tiempo de espera, es como caminar en una cuerda sobre un abismo,”

El personaje calla, la escena sigue; en la realidad histórica, al poco tiempo Hitler ascendió al poder.
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