En una de las muestras de cine en esta Ciudad de los Palacios, allá por 1985 u 86, vi entonces una película que me llamó poderosamente la atención y de la cual que creía recordar la historia, de hecho creo que en más de una ocasión la utilicé en ejemplos o para salpimentar alguna charla.
La volví a ver hace unos días.
Si bien algunas partes eran tal cual las recordaba, en lo medular, la película era diferente.
Creo que esto bien puede ser una forma de apropiación en el que la historia se va adecuando a como quisiera que hubiera sido para apropiármela por entero. Puede ser, pero eso será materia de comentario en otro momento.
El caso es que disfruté de la trilogía de István Szabó acerca del imperio austro-húngaro:
Mefisto,
Coronel Redl y
Hanussen, a la que me he referido es a esta última.
Erik Jan Hanussen, en quien está inspirada la película, fue un personaje que adquirió cierta notoriedad durante los primeros tiempos de los nazis en el poder. Calificado como vidente, tuvo un trágico desenlace su existencia. Me abstengo de detalles, les recomiendo la película.
En fin, el caso es que durante la cinta, Hanussen se reúne con algunos notables en Berlín, quienes se interesan por saber cuanto el personaje pueda decirles acerca del futuro. En determinado momento, Hanussen fija la mirada y habla, esbozando escenas que, no sé por qué, me resultaron familiares. Os dejo sus palabras, ahí me avisan si les suena como que a algo que pasa en algún sitio lejos, muy lejos, de la sana, vigorosa y estimulante realidad de esta nuestra tierra de la serpiente y el nopal, según lo expresado por nuestro presidente en sus mensajes de recientes fechas.
Habla Hanussen:
“Veo 100 mil marcos flotando en un canal, fueron tirados por un mendigo.
Un periódico que costaba 100 mil en la mañana cuesta 500 mil por la tarde.
Los que habían prosperado, ahora son mendigos. Los especuladores y los timadores ahora han prosperado.
Veo a innumerables hombres parados frente a restaurantes, desmayándose de hambre bajo la mirada indiferente de los que están adentro.
Aparadores llenos, pero unos no pueden comprar ni una manzana podrida a sus hijos.
Las disparidades crecen.
La corrupción hace a un lado los intereses comunes. Hay un enorme vacío y en él hay ancianos enfermos y jóvenes sin oportunidades. Necesitan pan, trabajo, seguridad y orden y lo que tienen es odio.
Ellos odian esta república. Veo odio en sus ojos.
Es un odio que podría usar un demagogo.
Es un terrible tiempo de espera, es como caminar en una cuerda sobre un abismo,”
El personaje calla, la escena sigue; en la realidad histórica, al poco tiempo Hitler ascendió al poder.
***