miércoles, 24 de septiembre de 2008

Morelia

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Gerry Conlon nació en Irlanda. Se encontraba en el lugar equivocado (Londres) en el momento equivocado (1974). En esas fechas, artefactos explosivos fueron detonados en un par de pubs frecuentados por soldados ingleses. Los atentados fueron reivindicados por el Ejército Republicano Irlandés. Cinco personas perdieron la vida en los lamentables acontecimientos.
La sociedad inglesa exigió inmediata respuesta y ejemplar castigo para los responsables. Gerry y otros tres jóvenes fueron aprehendidos al amparo de una Ley Antiterrorista recién aprobada entonces y que permitía a los cuerpos de seguridad detener a cualquier sospechoso hasta por siete días sin necesidad de presentar cargos. Sometidos a brutales presiones tanto policías como detenidos, se teje una red de engaños, traiciones y bajezas que culmina con la condena no sólo de Gerry Conlon, sino de su padre, amigos y familiares. Todos ellos inocentes.

La necesidad de entregar culpables y de dar un escarmiento, llevó a la fabricación de los mismos, a sabiendas de su inocencia. Todo, con tal de no exhibir debilidad y mostrarse eficaces. La instrumentación de la “razón de Estado” en su versión más abominable.

“En el nombre del padre” es el título de la película que retrata los hechos ocurridos.

Ante los trágicos acontecimientos ocurridos en Morelia, tal vez sea el momento de reflexionar acerca de la necesidad de la rara pero en estos tiempos tan necesaria combinación de prudencia y fortaleza entre los gobernantes.
Es un hecho: el Estado no puede permitir verse superado en su papel de protector de las seguridad e integridad de las personas y sus pertenencias. Si es incapaz de preservar ese rol, la necesidad de su permanencia misma está en entredicho.
Tampoco debe sucumbir a la tentación de facilitar herramientas supra legales a cuerpos de seguridad en los que no es posible garantizar la entereza y honestidad de quienes los integran, especialmente si esto ocurre entre sus dirigentes.
Tanto en el caso de quienes son víctimas de las aberrantes acciones de desalmados terroristas, como de quienes lo son de atropellos del Estado, uno es una cifra demasiado alta por pagar.

Vaya mi solidario pésame a quienes resultaros afectados.
Quede constancia de mi indignación ante la canalla y cobarde acción.
Mi deseo ferviente por que lo acontecido en Morelia haya sido un incidente y no el inicio de una campaña.

1 comentario:

Mafalda dijo...

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Enrique, con tristeza veo lo que analistas se han cansado en señalar desde varios años atrás. Yo como tú, deseo que sólo sea un incidente y que en eso se quede.
Las noticias, los diarios, y las actitudes de los políticos me enseñan y me indignan, de ellos depende que no se convierta en campaña. Nos venden peroratas de unión y denuncia; mentiras que mucha gente se come.

Un saludo y abrazo para ti.

Mafalda