...
Mi padre era un caso especial respecto a la tecnología. Le costaba adaptarse.
Recuerdo cómo insistentemente sus amigos le urgían a modernizar el automóvil, la televisión o cualquier otro de cachivache por el estilo. Le daba risa.
En casa, era todo un caso el de la televisión. Siempre teníamos un modelo con ya varios años de servicio, excepto cuando surgió una empresa de telerenta, la cual por una cuota mensual alquilaba el aparato y, en caso de descompostura, lo sustituía por otro el mismo día. Un buen servicio. Pero ocurrió que la empresa cerró y adiós a la tele.
Compró entonces mi padre una tele de color (teníamos una en blanco y negro).
Al paso del tiempo y a fuerza del uso, ocurrió un curioso fenómeno: la tele de color se convirtió en una de blanco y negro, mientras que la de blanco y negro quedó degradada a radio, pues perdió la imagen.
Huelga decir que ambas tenían controles manuales, pues a mi padre le parecía innecesario el control remoto teniendo cuatro hijos a los que podía indicar que cambiaran de canal, subir o bajar el volumen, ajustar la pantalla, etc. El servicio de cable llegó hasta que pudimos costearlo los hijos y con él, el bendito control remoto, al que, por supuesto, luego mi Jefe se hizo adicto.
Por ello me resultaba muy curioso que en materia de afeitado mi Papá siempre estuviera dispuesto a intentarlo todo.
Cuando yo era niño lo recuerdo con la máquina Gillette de una sola hoja, la cual se fijaba al cabezal mediante un mecanismo de tornillo, luego salió al mercado la de hojas gemelas, la cual adquirió de inmediato; vino la de cabeza móvil y para luego es tarde la adquirió; en cuanto llegó la de tres hojas, tampoco lo pensó demasiado: a los pocos días ya estaba lista en su lavabo. A lo que no renunció fue a enjabonarse la cara con brocha de cerdas naturales y a ponerse esos “after shave” a base de alcohol que podían hacer derramar lágrimas al más bragado de los hombres al aplicarla generosamente en el rostro luego de una afeitada realmente al ras. Eso sí, dejaban la cara con la tersura, suavidad y lozanía sólo equiparables con la de una candorosa colegiala.
Tenía una máquina eléctrica de afeitar, pero nunca le tomó gustó (Con ese armatoste conseguí la difícilmente igualable hazaña de cortarme mientras me rasuraba).
Cuando mi Jefe ya estaba enfermo y le costaba el afeitado, mi hermano le obsequió un modelo más moderno (no mucho, sólo unos 30 años). Aunque agradeció el gesto y la utilizó, no creo que haya sido de su completo agrado. Cuando podía se afeitaba con jabón y rastrillo.
Y, ¿a qué viene esto? Bueno, recién me compré un nuevo rastrillo de afeitar. Viene con tres hojas en paralelo, mecanismo flotante, cabeza móvil, banda lubricante hidrosoluble, franja de hule estriado, mango antiderrapante, diseño aerodinámico, “look” deportivo y está equipada con mecanismo emisor de “micro vibraciones”. Me cai que le hubiera encantado.
martes, 27 de mayo de 2008
lunes, 19 de mayo de 2008
Ni soñado…
…
Hace ya tiempo que ciertos eventos me preocupan. Son muchos los días sin encontrar cómo solucionarlos. De la frialdad a la cortesía, de la mano izquierda a la derecha, de la franqueza al disimulo, de la razón a la emoción. No hay modo y sin embargo, me he empeñado, pensando que he de hallar el modo de arreglarlo todo. Hasta hoy.
La meridiana claridad llegó durante la noche. Dormí, soñé y comprendí.
En mi sueño, me encuentro en una casa con varios cuartos, en apariencia algunos son una especie de consultorios, pero hay también otros más hogareños; además, veo una sala de estar amplia, cómoda y decorada como para una acogedora reunión de familia. Recorro la casa sin prisas curioseando aquí y allá.
En uno de los pasillos, llego a una habitación y dentro de ella me encuentro con mi padre, quien arma un rompecabezas impreso en blanco y negro. Me da gusto volver a verlo. Hace ya siete años que falleció.
Nos saludamos como si nada hubiera pasado, con esa familiaridad del trato diario que con tanta solidez construye las relaciones duraderas. Me siento frente a él, pregunta cómo estoy, digo que bien. Señala el rompecabezas y me dice si quiero ayudarlo. Acepto y comienzo a trabajar en recomponer la figura ordenando sus partes. Aunque logro ver la imagen completa, no consigo hacer que las piezas se unan.
- Oye Papá, estas piezas no encajan.
- Es cierto, no encajan.
- No se puede armar
- Bueno, pues si no se puede…
Lo miro tratando de adivinar si es una de sus bromas, pero él está calmado. Toma el rompecabezas y comienza a armarlo tranquilamente.
- Pero si las piezas no encajan…
- No encajan cuando tú lo armas.
Pienso un momento.
- O sea que éste rompecabezas no lo puedo armar yo.
- Así es, tú no lo puedes armar. No depende de ti.
Él ha comprendido perfecto lo que me pasa y yo he entendido. Descanso en la silla, le observo y aunque siento cómo comienza a hacérseme un nudo en la garganta, mi padre me mira y entiendo que no es la ocasión para ponerse sentimental. Sonreímos tranquila y simultáneamente. Me levanto, nos despedimos y salgo de la habitación.
Instantes después, despierto.
Me incorporo y me siento en la orilla de la cama, ahí noto dos cosas: estoy realmente descansado y, además, esta mañana parece particularmente clara.
Hace ya tiempo que ciertos eventos me preocupan. Son muchos los días sin encontrar cómo solucionarlos. De la frialdad a la cortesía, de la mano izquierda a la derecha, de la franqueza al disimulo, de la razón a la emoción. No hay modo y sin embargo, me he empeñado, pensando que he de hallar el modo de arreglarlo todo. Hasta hoy.
La meridiana claridad llegó durante la noche. Dormí, soñé y comprendí.
En mi sueño, me encuentro en una casa con varios cuartos, en apariencia algunos son una especie de consultorios, pero hay también otros más hogareños; además, veo una sala de estar amplia, cómoda y decorada como para una acogedora reunión de familia. Recorro la casa sin prisas curioseando aquí y allá.
En uno de los pasillos, llego a una habitación y dentro de ella me encuentro con mi padre, quien arma un rompecabezas impreso en blanco y negro. Me da gusto volver a verlo. Hace ya siete años que falleció.
Nos saludamos como si nada hubiera pasado, con esa familiaridad del trato diario que con tanta solidez construye las relaciones duraderas. Me siento frente a él, pregunta cómo estoy, digo que bien. Señala el rompecabezas y me dice si quiero ayudarlo. Acepto y comienzo a trabajar en recomponer la figura ordenando sus partes. Aunque logro ver la imagen completa, no consigo hacer que las piezas se unan.
- Oye Papá, estas piezas no encajan.
- Es cierto, no encajan.
- No se puede armar
- Bueno, pues si no se puede…
Lo miro tratando de adivinar si es una de sus bromas, pero él está calmado. Toma el rompecabezas y comienza a armarlo tranquilamente.
- Pero si las piezas no encajan…
- No encajan cuando tú lo armas.
Pienso un momento.
- O sea que éste rompecabezas no lo puedo armar yo.
- Así es, tú no lo puedes armar. No depende de ti.
Él ha comprendido perfecto lo que me pasa y yo he entendido. Descanso en la silla, le observo y aunque siento cómo comienza a hacérseme un nudo en la garganta, mi padre me mira y entiendo que no es la ocasión para ponerse sentimental. Sonreímos tranquila y simultáneamente. Me levanto, nos despedimos y salgo de la habitación.
Instantes después, despierto.
Me incorporo y me siento en la orilla de la cama, ahí noto dos cosas: estoy realmente descansado y, además, esta mañana parece particularmente clara.
miércoles, 14 de mayo de 2008
Tragedias asiáticas
...
Primero, un inclemente ciclón azotó furiosamente al sufrido pueblo de Myanmar, el cual se vio severamente afectado. Se cuentan por decenas de miles a los muertos. Por si esto fuera poco, el increíblemente cruel e idiota régimen militar que gobierna el país, ha impedido el libre tránsito de la ayuda internacional, tan urgente y necesaria en estos momentos para los cientos de miles de damnificados.
Por otro lado, un terremoto sacudió duramente a China, que se prepara con todo para ser anfitriona de la fiesta deportiva más grande del planeta, mientras su gobierno no tiene empacho en reprimir con toletes y balas a quienes buscan la apertura democrática dentro de su territorio o un respiro a la ininterrumpida violencia en tierras tibetanas.
El fenómeno natural en China ha dejado, también, miles de muertos.
Las labores de rescate en ambas naciones se llevan a cabo en el marco del dolor humano, las lágrimas de los deudos, la valentía de quienes arriesgan la vida misma por los demás y la solidaridad, esa bendita solidaridad, que mueve a los seres humanos, más allá de colores, ideologías, religiones.
Vayan mis condolencias a quienes padecen hoy las desgracias ocasionadas por la naturaleza.
Vaya también mi perenne condena y repugnancia para quienes, aun ante la tragedia, son incapaces de la más elemental decencia en las labores de gobierno.
Primero, un inclemente ciclón azotó furiosamente al sufrido pueblo de Myanmar, el cual se vio severamente afectado. Se cuentan por decenas de miles a los muertos. Por si esto fuera poco, el increíblemente cruel e idiota régimen militar que gobierna el país, ha impedido el libre tránsito de la ayuda internacional, tan urgente y necesaria en estos momentos para los cientos de miles de damnificados.
Por otro lado, un terremoto sacudió duramente a China, que se prepara con todo para ser anfitriona de la fiesta deportiva más grande del planeta, mientras su gobierno no tiene empacho en reprimir con toletes y balas a quienes buscan la apertura democrática dentro de su territorio o un respiro a la ininterrumpida violencia en tierras tibetanas.
El fenómeno natural en China ha dejado, también, miles de muertos.
Las labores de rescate en ambas naciones se llevan a cabo en el marco del dolor humano, las lágrimas de los deudos, la valentía de quienes arriesgan la vida misma por los demás y la solidaridad, esa bendita solidaridad, que mueve a los seres humanos, más allá de colores, ideologías, religiones.
Vayan mis condolencias a quienes padecen hoy las desgracias ocasionadas por la naturaleza.
Vaya también mi perenne condena y repugnancia para quienes, aun ante la tragedia, son incapaces de la más elemental decencia en las labores de gobierno.
viernes, 9 de mayo de 2008
Mil caminos.
Parece una perogrullada señalarlo, pero la realidad es como es.
Faltaría agregar: y no puede ser de otra manera.
A pesar de la multitud de opciones que durante el día enfrentamos, elegimos siempre una. Lo mismo hace el resto de las personas. Los animales, sencillamente reaccionan y hacen aquello que les permite u ordena el instinto. El mundo incesantemente se transforma, soplan brisas, aires ciclones y huracanes, las corrientes y mareas fluyen, las placas tectónicas lentas, pero imparables, moldean la superficie del planeta. A escala menor, átomos, moléculas y células (me encantan las esdrújulas) se combinan y recomponen. Todo ello de forma tal que nos presentan a la realidad como podemos percibirla en el momento. Y todo ello tuvo que ser así, pues de haber ocurrido de manera distinta, la realidad sería otra y no la que vemos.
¿Estamos pues condenados a sólo tener un tipo de realidad material?
La respuesta es sí.
Habrá quien alegue que, por ejemplo, aquel que consume alguna sustancia puede tener acceso a una realidad diferente. No lo creo, sólo podrá tener una percepción distinta de la realidad, pero ella permanece igual.
No obstante, la realidad no tiene que ser forzosamente una cuestión predeterminada por cuestiones infra o meta humanas.
Las acciones de hoy son las modeladoras del mañana, del mismo modo que las de ayer son las que definieron el hoy. El asunto es, entonces, saber decidir las acciones correctas para obtener los efectos deseados, hacernos cargo de nuestros actos tanto individuales como colectivos con el propósito de vivir como se quiere y no como se puede. Que nuestros actos propicien necesariamente el futuro que se busca y no dejar esto como un asunto de la suerte.
Creo que buena parte de la consecución de la libertad estriba en ello.
Faltaría agregar: y no puede ser de otra manera.
A pesar de la multitud de opciones que durante el día enfrentamos, elegimos siempre una. Lo mismo hace el resto de las personas. Los animales, sencillamente reaccionan y hacen aquello que les permite u ordena el instinto. El mundo incesantemente se transforma, soplan brisas, aires ciclones y huracanes, las corrientes y mareas fluyen, las placas tectónicas lentas, pero imparables, moldean la superficie del planeta. A escala menor, átomos, moléculas y células (me encantan las esdrújulas) se combinan y recomponen. Todo ello de forma tal que nos presentan a la realidad como podemos percibirla en el momento. Y todo ello tuvo que ser así, pues de haber ocurrido de manera distinta, la realidad sería otra y no la que vemos.
¿Estamos pues condenados a sólo tener un tipo de realidad material?
La respuesta es sí.
Habrá quien alegue que, por ejemplo, aquel que consume alguna sustancia puede tener acceso a una realidad diferente. No lo creo, sólo podrá tener una percepción distinta de la realidad, pero ella permanece igual.
No obstante, la realidad no tiene que ser forzosamente una cuestión predeterminada por cuestiones infra o meta humanas.
Las acciones de hoy son las modeladoras del mañana, del mismo modo que las de ayer son las que definieron el hoy. El asunto es, entonces, saber decidir las acciones correctas para obtener los efectos deseados, hacernos cargo de nuestros actos tanto individuales como colectivos con el propósito de vivir como se quiere y no como se puede. Que nuestros actos propicien necesariamente el futuro que se busca y no dejar esto como un asunto de la suerte.
Creo que buena parte de la consecución de la libertad estriba en ello.
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