Más de lo que ya era demasiado, menos de lo que era necesario. Por lo visto no estamos a la altura. En cuestión de responsabilidad histórica nos hemos vuelto indiferentes, cuando no cínicos. En cuanto al conocimiento de cuanto ha de saberse, ignorantes.
Una y otra vez pasa la rueda acerada machacando incansable los rieles que tunden a los durmientes tendidos.
Si algo esperábamos de nuestra capacidad, tal vez nos quedamos cortos. No somos malos. De hecho, aun y cuando el corifeo noticioso se empeña en hacernos ver que la maldad campea, lo cierto es que seguimos siendo mayoría los buenos, aunque esto pareciera dolerle a algunos.
En el gigantesco reloj, el minutero se despereza al paso del segundero alocado y así reúne fuerza para llevar cada hora hasta el final del día.
Una lástima, somos muchas veces lentos, otras francamente perezosos ante lo que debería cambiar frente a nuestro ojos y no por sí mismo, sino como resultado de nuestras acciones. Hay un camino largo, lo que no está claro es hacia donde queremos que nos lleve.
Una neblina ligera que al frente cubre la nave, sin gobierno que guíe, las velas que empujan la nave sólo han de servir al desastre.
Es 2010.