domingo, 12 de julio de 2009

Troya



Cada que un ciclo cierra su propio tiempo queda en el ánimo alguna duda de lo que habrá de venir.

En la encrucijada no de elegir un camino, sino de abrir una brecha, dudo. No es fácil. Tampoco lo es continuar marchando por la misma vereda.

La estrechez de miras amenaza con imponerse.

De las maneras de ganarse la vida, cualquiera que se base en cerrar los ojos me parece de las más desagradables, ya no digamos ante crímenes o deshonestidades, nada tan melodramático, sino incluso hacerlo ante mentes pequeñas, obtusas y obnubiladas. Lo sencillo muchas veces puede ser callar y obedecer, dejarse llevar por la corriente y esperar paciente y dócil la llegada de la quincena. No siempre es posible.

Decir esto no significa creer en una cierta superioridad ante el común de los congéneres o colegas. Nada de eso. En mi caso, me reconozco ignorante y lleno de defectos, por eso creo que no puedo permitirme el lujo de quedarme en la misma circunstancia.

Si bien lo nuevo presenta incertidumbre y riesgo, una prolongada estadía en la zona de confort amenaza con anquilosar cuanto puede ser susceptible de movilidad y mejora. Agua que se estanca, se pudre.

De vez en vez, no hay más remedio que dejar Ítaca y marchar hacia Troya. No es un sitio, es un estado mental que acepta el desafío y toma acción para el cambio. Caminemos.
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