domingo, 18 de enero de 2009

Fredo

"El Padrino" es la más célebre película de Francis Ford Coppola.
Estuvo integrada por un poderoso reparto.
Muchos recordamos la interpretación de Marlon Brandon como el reflexivo líder de la mafia Vito Corleone, en el primer filme. El mismo papel fue interpretado por Robert De Niro en la segunda parte de la saga. Ambos ganaron el premio de la Academia por su actuación. Caso único, en el que dos actores ganaron la codiciada estatuilla por interpretar a el mismo personaje.
Además, un joven Al Pacino mostraba su innegable talento en ambas al personificar a Michael Corleone, el menor de los hijos del capo. El papel de Sonny, el mayor de los hermanos, corrió a cargo de James Caan.

Lo que poca gente recuerda es el nombre del actor que interpretó al pusilánime Fredo Corleone, el segundo de entre los Corleone y el más débil de ellos. Hagamos memoria, luego de traicionar a su hermano, Fredo desaparece de la escena familiar por años, hasta que la muerte de la matriarca reúne a la familia. Ahí, su hermano Michael, ahora líder de la familia, le permite reincorporarse la vida de los Corleone. La trama es cruda: Fredo finalmente será muerto por órdenes de Michael, en pago a su anterior traición.

Bueno, pues el nombre del actor que interpretó a Fredo era John Cazale y la que realizó en "El Padrino" fue su primera aparición en la llamada pantalla grande.

Cazale falleció víctima del cáncer en 1978, cuando sólo contaba con 42 años de edad.
En su carrera como actor dentro del mundo del cine, nada más realizó cinco películas. Cinco, eso es todo.
Lo extraordinario del caso es que cada una de ellas, las cinco cintas en las que participó, fueron nominadas al Oscar como mejor película.

Fueron: "El Padrino" (The Godfather), "Tarde de perros" (Dog Day Afternoon), "El Padrino II" (The Godfather II); "La conversación" (The Conversation) y "El cazador" (The Deer Hunter).

No está mal para un actor y, de hecho, me parece que no está nada mal para cualquiera. Creo que todos estamos en la búsqueda de hacer significativamente y significar haciendo. Vaya, de dar significado a lo que hacemos. De irnos construyendo a través de obras que de algún modo sean el testimonio de nuestro esfuerzo.

Cazale tuvo la oportunidad, de ser parte de la crema y nata de la producción fílmica de su tiempo.

Tal vez no hizo mucho en cantidad, pero es indudable que en lo que participó tuvo el más alto estándar de calidad posible. No lo hizo solo, fue parte de un equipo. No era el más brillante, pero realizó su parte. Es posible que algún otro actor pudiera haber hecho el papel, pero fue él quien lo hizo y hoy es parte de la historia del cine.

Puestos en el caso de dar sentido a nuestra propia obra, tal vez en algún momento la posibilidad de hacer, de construir algo que auténticamente signifique debería ser una oferta que no podríamos rechazar...

lunes, 5 de enero de 2009

Apócrifo gastronómico


Los nativos irikebes son conocidos por su extraña afición a desnudarse intempestivamente cada vez que huelen el penetrante aroma del fruto del bohahabi.
Sin importar en absoluto la circunstancia en que se encuentren, proceden a quitarse la ropa y realizar una breve pero intensa danza, misma que acompañan con cánticos emitidos a media voz. Entre los irikebes es considerado de mal gusto el canto a todo pulmón. Se cree que demuestra un desmedido afán por sobresalir.
En 1787, Rujande, el primer irikebe llevado fuera de su lugar de origen, arribó a Francia llevado por Philippe Truand, un marino mercante, quien intentó mostrarlo con sus vestidos originales como una curiosidad y hacer algún dinero de ese modo. La difícil situación del reino dio al traste con el intento.

Dos años más tarde, raídas las prendas originales, Rujande hubo de vestir con lo que el mercado ofrecía. Perdió gran parte de su ya escaso atractivo como novedad exótica.
Estando en Metz y abrumado por las deudas, Truand optó por deshacerse de él.

Vendió los derechos de exhibición a un oscuro promotor de espectáculos de origen alemán llamado Schwartz, quien llevó a su nueva adquisición hasta Frankfurt, en donde no produjo el éxito esperado. Lo mismo ocurrió en Stuttgart y Munich.
Viendo lejana la posibilidad de obtener las ganancias imaginadas, decidió abandonar al irikebe a su suerte. Así lo hizo, tras partir de Salzburgo, con rumbo a Linz.

Le dejó en una posada. Al dueño del lugar le indicó que regresaría por él en una horas, a Rujande no le dijo nada. No volvió más.

La mujer del posadero, de nombre Alda, experta cocinera de rotunda figura, sintió pena por el desdichado Rujande y convenció a su esposo de darle asilo a cambio de que le ayudara en los quehaceres de la posada. Rujande resultó excelente. De a poco comenzó a entender el idioma y a colaborar él mismo en la elaboración de los platillos.
Por entonces, la aromática pommarola, causaba sensación en Italia y Alda trajo unos cuantos de aquellos exóticos pomodoros, luego de un breve viaje a Venecia de donde ella era originaria.

Un jueves mandó a Rujande a realizar las compras semanales. Mientras, cortó unos cuantos de aquellos rojos frutos y comenzó a cocinarlos hasta crear la salsa. Agregó hierbas y trozos de carne. Un platillo delicioso para la cena del día con los parroquianos. Caída la tarde, sirvió el guiso.

Rujande regresó de las compras, descargó los víveres y los puso en la alacena. Entró a la posada y percibió el delicioso aroma. Se transportó en el tiempo, la base del olor era casi idéntico al del bohahabi. Comenzó a desnudarse y cantar a media voz.
El escándalo fue mayúsculo. Rujande fue sacado a empellones del lugar, lo golpearon hasta que perdió el sentido y le dieron por muerto. Lo arrojaron kilómetros adelante, a la vera del camino.
Según la “Deutsche blödsinnig und flunkern Küchechronik”, sobrevivió.
Oculto en una carreta pudo llegar hasta Trieste y de ahí a Marsella, desde donde se embarcó hacia La Martinica, lugar en el cual trabajó como cocinero al servicio de la Comtesse de Fade, hasta su muerte, presumiblemente ocurrida hacia 1816.

De acuerdo con el “Recorrido del comer caribe” del boricua Nelson Diga, Rujande es el probable creador del célebre Rôti caraïbe d’poisson, platillo tradicional que suele acompañarse con ananás frescas y un trago de ron. Dicta la tradición que se sirve en jueves y que al terminarlo, el comensal ha de quitarse una prenda y cantar a media voz el siguiente estribillo:

Bohahabi lentehi,
Bohahabi, emb’t leilihi!
Tek lus plen’eh
Tek lus embi blenke.

(Bohahabi querido
bohahabi ¡fruto tan dulce!
Por ti danzo hoy
Por ti vivo contento)

Quien así no lo hace, es apaleado.
No lo afirmo, lo cuento.