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Gerry Conlon nació en Irlanda. Se encontraba en el lugar equivocado (Londres) en el momento equivocado (1974). En esas fechas, artefactos explosivos fueron detonados en un par de pubs frecuentados por soldados ingleses. Los atentados fueron reivindicados por el Ejército Republicano Irlandés. Cinco personas perdieron la vida en los lamentables acontecimientos.
La sociedad inglesa exigió inmediata respuesta y ejemplar castigo para los responsables. Gerry y otros tres jóvenes fueron aprehendidos al amparo de una Ley Antiterrorista recién aprobada entonces y que permitía a los cuerpos de seguridad detener a cualquier sospechoso hasta por siete días sin necesidad de presentar cargos. Sometidos a brutales presiones tanto policías como detenidos, se teje una red de engaños, traiciones y bajezas que culmina con la condena no sólo de Gerry Conlon, sino de su padre, amigos y familiares. Todos ellos inocentes.
La necesidad de entregar culpables y de dar un escarmiento, llevó a la fabricación de los mismos, a sabiendas de su inocencia. Todo, con tal de no exhibir debilidad y mostrarse eficaces. La instrumentación de la “razón de Estado” en su versión más abominable.
“En el nombre del padre” es el título de la película que retrata los hechos ocurridos.
Ante los trágicos acontecimientos ocurridos en Morelia, tal vez sea el momento de reflexionar acerca de la necesidad de la rara pero en estos tiempos tan necesaria combinación de prudencia y fortaleza entre los gobernantes.
Es un hecho: el Estado no puede permitir verse superado en su papel de protector de las seguridad e integridad de las personas y sus pertenencias. Si es incapaz de preservar ese rol, la necesidad de su permanencia misma está en entredicho.
Tampoco debe sucumbir a la tentación de facilitar herramientas supra legales a cuerpos de seguridad en los que no es posible garantizar la entereza y honestidad de quienes los integran, especialmente si esto ocurre entre sus dirigentes.
Tanto en el caso de quienes son víctimas de las aberrantes acciones de desalmados terroristas, como de quienes lo son de atropellos del Estado, uno es una cifra demasiado alta por pagar.
Vaya mi solidario pésame a quienes resultaros afectados.
Quede constancia de mi indignación ante la canalla y cobarde acción.
Mi deseo ferviente por que lo acontecido en Morelia haya sido un incidente y no el inicio de una campaña.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
viernes, 5 de septiembre de 2008
Lobo
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Comienzo por buscar lo relativo al lobo. Dice el diccionario:
(Del lat. lupus).
1. m. Mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo. Es animal salvaje, frecuente en España y dañino para el ganado.
En una de las expresiones vinculadas al vocablo, se dice que el “lobo cebado” es aquel que lleva cordero u otra presa en la boca y que “pillar un lobo” es expresión coloquial para embriagarse. Más allá, se destaca en el texto “pedo de lobo”.
De “pedo” nos dice que es una ventosidad que se expele del vientre por el ano; también que se usa para designar una borrachera y a un ebrio.
Del “pedo de lobo”, dice “bejín” (del latín vissīre, ventosear), que es un hongo de color blanco, cuyo cuerpo fructífero, cerrado y semejante a una bola, a veces muy voluminosa, se desgarra cuando llega a la madurez y deja salir un polvo negro, que está formado por las esporas. Se empleaba para restañar la sangre y para otros usos.
Ahora bien, el latín lupus, en diminutivo era lupulus, de cual derivó el actual "lúpulo" que es una planta trepadora, muy común en varias partes de España, de la familia de las Cannabáceas, con tallos sarmentosos de tres a cinco metros de largo, hojas parecidas a las de la vid, flores masculinas en racimo, y las femeninas en cabezuela, y fruto en forma de piña globosa, cuyas escamas cubren dos aquenios rodeados de lupulino. Los frutos, desecados, se emplean para aromatizar y dar sabor amargo a la cerveza. Como es posible que algún o alguna lectora, como yo, tampoco sepa lo que es un “aquenio” les digo que es un fruto seco, indehiscente, con una sola semilla y con pericarpio no soldado a ella. Ya entrados en ver a qué grado nos lleva el asunto, busco “indehiscente” de lo cual dice el diccionario: No dehiscente.
Me rehúso a abandonar el tema. Venga dehiscente: dicho de un fruto cuyo pericarpio se abre naturalmente para que salga la semilla. Y con tal de no dejar resquicios a la ignorancia. Pericarpio: parte exterior del fruto de las plantas, que cubre las semillas. ¿Cuáles? Pues, por ejemplo, las de lúpulo, que es una planta con la que se aromatiza la cerveza, que provoca borracheras conocidas también como pedos o pedas y en algunos sitios como pillar un lobo.
Ya a punto de verme vencido y exhausto, me doy cuenta de una cosa curiosa: búsquese por donde se le busque parece imposible desvincular a los lobos de borracheras.
A’i nos vemos, voy a echarme una cerveza.
Saludos Francisco.
Comienzo por buscar lo relativo al lobo. Dice el diccionario:
(Del lat. lupus).
1. m. Mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo. Es animal salvaje, frecuente en España y dañino para el ganado.
En una de las expresiones vinculadas al vocablo, se dice que el “lobo cebado” es aquel que lleva cordero u otra presa en la boca y que “pillar un lobo” es expresión coloquial para embriagarse. Más allá, se destaca en el texto “pedo de lobo”.
De “pedo” nos dice que es una ventosidad que se expele del vientre por el ano; también que se usa para designar una borrachera y a un ebrio.
Del “pedo de lobo”, dice “bejín” (del latín vissīre, ventosear), que es un hongo de color blanco, cuyo cuerpo fructífero, cerrado y semejante a una bola, a veces muy voluminosa, se desgarra cuando llega a la madurez y deja salir un polvo negro, que está formado por las esporas. Se empleaba para restañar la sangre y para otros usos.
Ahora bien, el latín lupus, en diminutivo era lupulus, de cual derivó el actual "lúpulo" que es una planta trepadora, muy común en varias partes de España, de la familia de las Cannabáceas, con tallos sarmentosos de tres a cinco metros de largo, hojas parecidas a las de la vid, flores masculinas en racimo, y las femeninas en cabezuela, y fruto en forma de piña globosa, cuyas escamas cubren dos aquenios rodeados de lupulino. Los frutos, desecados, se emplean para aromatizar y dar sabor amargo a la cerveza. Como es posible que algún o alguna lectora, como yo, tampoco sepa lo que es un “aquenio” les digo que es un fruto seco, indehiscente, con una sola semilla y con pericarpio no soldado a ella. Ya entrados en ver a qué grado nos lleva el asunto, busco “indehiscente” de lo cual dice el diccionario: No dehiscente.
Me rehúso a abandonar el tema. Venga dehiscente: dicho de un fruto cuyo pericarpio se abre naturalmente para que salga la semilla. Y con tal de no dejar resquicios a la ignorancia. Pericarpio: parte exterior del fruto de las plantas, que cubre las semillas. ¿Cuáles? Pues, por ejemplo, las de lúpulo, que es una planta con la que se aromatiza la cerveza, que provoca borracheras conocidas también como pedos o pedas y en algunos sitios como pillar un lobo.
Ya a punto de verme vencido y exhausto, me doy cuenta de una cosa curiosa: búsquese por donde se le busque parece imposible desvincular a los lobos de borracheras.
A’i nos vemos, voy a echarme una cerveza.
Saludos Francisco.
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